miércoles, 4 de julio de 2018

EL YOGA


“Ya ni septiembre importa”.
JSP
Qué hace septiembre de rodillas. El cambio climático no es más que un precipicio precipitado. No le damos tiempo al caos, ni al sol ni a los cometas. Nos cargamos el romanticismo de la biología con el litro de súper, que siempre sube en verano. La súper sube como un termómetro que maneja la CIA, que es quien da temperatura a la historia. Somos la ceniza de un pinchazo de teléfono, inútiles de nosotros mismos porque ahora rubricamos la confesión con un tequiero, un selfie y un emoji que tira besos. Somos gente agradecida. Somos la pared vista desde dentro, la presión del barrote que no percibe la reja. Somos un ocaso encerrado en su eclipse, que agradece el fresco si viene y el calor porque sienta bien la cervecita. Que me devuelvan mi septiembre, con su bajón y su coleccionable. Este sucedáneo, esta forma de lazo, estas pre-rebajas, este turrón de octubre no me dice nada. Se me antoja como “lasemanadelchubasquero” del Decathlon. Pero el calor va lo suyo, no sabe de termómetros y cuando llega septiembre comienza el colegio y el yoga. El yoga es un colegio de madres del Quelle y padres adúlteros que se conforman con la miranda. El yoga prolonga la fantasía de Mañanaria, esa ínsula a la que nadie pregunta porque sabe la respuesta. La respuesta es la temperatura del absurdo que deja frío por calor e indiferencia. Septiembre está de rodillas como un premio Nobel, como los sanfermines esperando al toro y los jueces. La CIA necesita septiembre para olvidar que Trump no importa, que Obrador no importa y que la temperatura tiene su propio tiempo, que incluso la CIA juega al caos como el LSD con los ingenieros de Sillicon Valley. Julio –el imperio es el imperio- viene de Roma, de cuando el mundial de los leones. Por eso este frío me deja indiferente.

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