La compañía es otro imposible. Es la
presencia quien se impone. Por eso el concierto, el selfie y el trofeo. Por eso la biblioteca frente al Kindle y se guardan los
dibujos del crío. La presencia responde al ahora del cariño (el
amor tiene su intestino). La compañía es otra lejanía, otra
mentira con cremallera. La presencia es un abrazo callado, un manto
de padre con la ideología en el hombro. Compañía suena a negocio,
a frase de yoga, a un domingo coñazo con gente odiable. Suena a
viaje de avión, a empresa de cuñados. A la compañía le pesa
demasiado la eñe, mucha fama para tan poco hiato. La presencia es un
pavo real en el salón. La belleza cotidiana del peseatodo. El pavo
se caga y canta en agudo, a la biblioteca hay que pasarle el plumero
pero tiene memoria. Sin recuerdo no hay existencia. Existimos porque
nos acordamos de estarlo. Sólo sé porque me acuerdo, que diría
Sócrates. La presencia es “El aire de las colinas” de Rulfo. La
importancia del otro. La presencia tiene un pase de lista cotidiano,
una conducta, un ejemplo. Compañía suena a batallón, a la guerra
de la convivencia, a la trinchera del silencio, a chantaje emocional.
El chantaje emocional funciona si nos dejamos. Es un egoísmo
proyectado a través de la culpa. Sólo funciona si funcionamos, si
dejamos que la emoción siga su hábito, su negocio, su iglesia. Hay
que levantar presencias -en mi soledad vive mucha gente- sentir
frente a tocar. Elaborar mentiras, pasearnos eldonquijote, etcétera.
La compañía, como verdad, tiene el molino muy corto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario