martes, 11 de septiembre de 2018

LA BLANDITO

De abuelo franquista y paletón, y padre transaccional psocialista, fue engendrado para el ahorro de la familia numerosa. Su cerrojo atávico tiende a guardar como forma de no ofrecer. La blandito, ese género neutro a mitad de camino entre la androginia y lo homosexual, se educó en la escuela pública y las clases de Academia de inglés. La Universidad (para ellos siempre será "launi") le trajo la beca Erasmus y la licenciatura en Ryanair. La blandito crió tez de pijama Woman Secret soñando con ser dependienta del Oysho. Piensa que el mundo es maravilloso como un Interrail y un filtro de Instagram. Ven la vida en tono pastel con gafas de pasta y palabras "anglo" como vintage, pop o millenial. Piensa que sus padres son felices porque no se divorciaron y porque tuvo Reyes y Vacaciones de medusa con helado "¡Yesoesguay!", te dicen con el pelo y la boca abiertas. Tienen la impostura de un catálogo del Ikea con la piel clorada por la música del Zara. Su gilipollez viaja en bicicleta, hace el camino de Santiago y cola blanda para entrar en el Prado si lo recomienda el Telediario. Piensan como creencia pero sólo hasta el brocal de la contradicción como votantes de Podemos. Contienen los eructos y su cara es el espejo de la mueca: el rostro cortado de quien observa a su mujer tonteando con su exmarido. La blandito va al gimnasio pero no suda, quiere pero no ama, jode pero no folla. Son curas 3.0 bautizados en el Android y el monólogo del "finde" porque habla apocopando sus límites como forma de expansión hacia la nada. La blandito, con su carne de soltera hace ostentación de vacío para llenarse. Viven en la siesta española como si fuera el sueño americano.

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