miércoles, 22 de enero de 2020

LA MIGAJA

También miró debajo de la cama. El ojo izquierdo, con lentitud de frío, lloraba. Llegó el martes y explicaron su magia. Alguien rebañó el cuenco con la cuchara, con la lengua total de la pereza. La saliva fue ensanchando como un algodón de azúcar y apenas se oían palabras. El sofá creció como los tiradores de los muebles. Pomos y goznes se multiplicaron y alguien reparó en una miga sobre el cristal de la mesa. Dentro del armario había ropa. La nevera estaba llena y sobre la balda superior un ajado limón gesticulaba tiempo. La miga había desaparecido.

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