martes, 5 de enero de 2021

EL CAFÉ

También la sorpresa es previsible. Por qué no cuaja la nieve en el mar. Camino por las afueras de los paseos, como los viejos que preguntan a la muerte cuánto les falta e inquieren al tiempo mirando al horizonte. “Qué mejor regalo que hacer treinta y cinco años de casados el día de hoy” le dijo la señora al camarero. El marido asintió “qué me devuelvan el dinero”. Y se marcharon cogidos del brazo con la despedida de un “adiós pareja”. Dos chicas marean sus cafés con giros de cucharilla y sorbos de pájaro. Tienen el color que les otorga el maquillaje, su rosto concreta el mensaje feliz del azucarillo, parecen recién salidas de la pared prefabricada del bar, que cerrará pronto. A través del cristal, el local parece acogedor y caliente. Es la impresión que confiere el frío a las miradas del otro lado. La mañana funciona. Los aparcamientos se llenan, el tráfico aumenta, las calles se hinchan. Tersan la piel de la apariencia como la carne podrida que flota. Como las hormigas, que tantean, vuelven y siguen. La luna brilla más si el día es gélido. Una mujer fuma con ansia. Busca el calor de la compañía a través de la ceniza, pero solo el humo se quedará en el pecho como un niño de niebla que huele mal. La mujer desayuna como una arqueóloga de levaduras, como si coger de allá o de acá cambiase el sabor del mendrugo. Aquella mujer, miga de ternera, sorbo de champagne, ha apagado a su hijo en el cenicero de las doce. La noche llegará y será negra como la tierra de las escalopendras. Debajo de la roca se encenderán las televisiones como luciérnagas de memoria con brillos de wasap.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Dices:
Aplícate, que en la siguiente visita me llevo a Berlanga.

Y yo previniendo que arramples con "El país de los sueños" estoy dejándome los ojos en él, me parece más fascinante y sobe todo esclarecedor para mis ansias históriográficas. Creo que es una joya que me va introduciendo en una mina, por tanto te agradezco que tu actualidad informativa lo haya llevado a casa.

Llévate a Berlanga de momento me quedo con el otro.

Con esfuerzo visual por la puta letra llevo 100 páginas, gozosas. Un abrazo desde el presidio.

Anónimo dijo...

Cercano a Felipe Trigo
Francisco Vera nació en la pacense Alconchel(1888) los dieciséis años se traslada a Madrid, para realizar los estudios superiores. Como tantos espíritus progresistas de su generación, se vincula estrechamente al Ateneo madrileño. En la biblioteca de esta institución consume todas sus horas libres, llegando a tener una cultura verdaderamente enciclopédica.3​

Este ilustre extremeño, matemático, periodista, funcionario (Tribunal de Cuentas), filósofo y fundamentalmente historiador de las ideas científicas, se vio, como muchos otros españoles, perseguido por sus ideas. Fue republicano, masón y téosofo y sobre todo profundamente liberal; aunque anticlerical, era tolerante y antidogmático. Ver Wikipedia por si pudiera haber pasado por Baños.

Anónimo dijo...

Francisco Vera, está controlado. Cuidado con los cantos de sirenas.
El libro? Claro. Por eso lo compré. Sigo a Sánchez Ron desde hace años en El Cultural. Su emeritismo le ha puesto en plan Punset y está llenando un hueco con estas obras de divulgación para legos como nosotros. Ya cuando mi Cajal fui a dar con él. Lo tiene todo a favor para hacer el Manual de Historia de la Ciencia patria. Esperemos que no se ponga optimista al final. Psoecientificos, ya sabes... Me alegro que disfrutes este tercer grado. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Por cuanto leo el viaje a Madrid se ha pospuesto, no está la nieve para viajes. Sabes algo de Abelino?
Un abrazo mientras encuentro el hueco para ripensear.