Cuando crecen los muros y aprendes a
trepar, y rozas la rodilla contra la piedra, y te golpeas la tibia y
haces la herida de la escalada, acabas porque no te importe llegar
arriba. Pero llegas. Y te sientas. Sentado, las piernas cuelgan con las manos debajo de las
rodillas y los tacones golpean la pared, en una infantil
intermitencia. La cabeza se agazapa como hacen las tortugas y los brazos se quedan en
jarra porque las manos se aplastan al calor de la axila de mis piernas. Ahora el horizonte se llena de dunas, de movimientos de arena. Hay un poste. Eléctrico, con forma de lata preparada, que se rinde a una curva diminuta. El robot está confundido. Es un manantial de
plumas. Una alegría saltarina que desconcierta. Escribiré gorrión
porque gorriones suena a ansia y la sangre pequeña de un pajarillo
es generosa. Amable como mis ojos de tristeza, doloridos en el
cansancio tranquilo, vapuleado por el golpe cotidiano de las palabras. El horizonte sabe esperar. El sol hace la luz, la noche la claridad. En la sutileza del instante se contornea la
metáfora. La niebla busca el verbo de los suicidas. Y surge el
universo, despacio, estrella a estrella. La vida viene despacio, como un abismo repetido. Sentado frente a frente, la mirada me cuelga
como una piñata en un colegio vacío. A veces sangro, a veces la
sangre llora. A veces el temor mancha la almohada. A veces la importancia es invisible como el oxígeno, como la angustia, como el
hombre. Como la memoria, como el pensamiento, como el hambre. Como la
imaginación, como el secreto, como el olvido. También el deseo es
invisible. Como el sexo de los caracoles, la soledad y los nudos del asco. Me bajo, pero sigo sentado.
lunes, 4 de enero de 2021
EL MURO
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2 comentarios:
Gracias por la visita, me sienta bien. Todas las cárceles tienen un horario para visitas.
Gracias y un abrazo (C.O.)
Y toda libertad es condicional...
El horario es la cárcel.
El abrazo es la gratitud, la gratitud condiciona y así sucesivamuerte.
Aplícate, que en la siguiente visita me llevo a Berlanga.
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