sábado, 18 de febrero de 2023

EL SUCEDÁNEO

No quiero ponerme místico -Dios me libre-, pero de tanto comer bimbo nos cuesta perder los dientes en el pan. Da igual la berejena de hoy que el berenjenal de ayer, la matanza que el fuet, la teta que la mamoplastia. Somos un sucedáneo que arrastra su móvil. Un avatar con seudónimo. Un seudónimo que descarga una app para crear su nickname y así sucesivamuerte. Ya no sabemos vivir porque estamos acostumbrados a morir. La muerte es la costumbre misma, el sucedáneo del tiempo. Mi deuvedé tiene más criterio e independencia. Los pueblos son la vida póstuma, un buen lugar para mirarse el sucedáneo. Aquí se da uno cuenta que la tortilla es de sobre y la empanada del Mercadona. Antes éramos un 60% agua y ahora somos un 80% congelado. Preferimos el cloro del grifo al glifosato silvestre. La vacuna moderna de la Pfizer a la muerte made in china. Se nos pierden los referentes. Antes teníamos al cristo de la infancia. Algunos le cambiaron las barbas y se creyeron la ideología. Después de Escohotado no sabemos qué gritar en las manifestaciones ni qué hacer los domingos. Mi sobrino toca al piano piezas de treinta segundos que se aprende en tik-tok, sin saber que Mozart no es la banda sonora del último Dacia. El wasap no mancha los dedos como la tinta apasionada de las colinas. Los jueces dicen que solo la ley es ley como sucedáneos de justicia. Plásticos frente al cristal. Bolsas frente a bolsos y así sucesivamuerte. Soledad frente a solitarios porque ya nadie diferencia los conceptos. La soledad es una muchedumbre de emoción. Una nieve sin frío que se filtra en el tiempo. Carnes veganas, licores sin alcohol. Olvidamos que el sexo solo es guarro si se hace bien. Que la muerte llega si se ha vivido antes y que se pudre la saliva sin chupar. Volvamos al pedernal de la emoción, a la chispa del ojo por ojo donde las almas se ven. Al verso caliente del objeto, a descubrir la pureza de lo falso.

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