jueves, 14 de noviembre de 2024

EL LABERINTO

Asociación de solitarios.

La ignorancia no hizo prudencia.

Cuídalo como si fuera mío.

Los periodistas verbenean las noticias.

Mis ojos juegan al tenis.

Prefería llamar renuncia a su resignación.

Que se es y se está culpable ya lo sabían los ingleses.

Hay un candor obsceno.

A por otro perrito Pinocho.

Del cansancio de la solidaridad nació el instinto.

Perseguía la perfección del desastre.

La lisergia le abrió el código del alba.

Habla necesita a Escucha.

Cuanto más conozco a tu amo más quiero a mi cactus.

Puede que el tiempo vuelva a su tempo.

No solo de vida vive el hombre.

Y vislumbré tu laberinto de telones.

miércoles, 30 de octubre de 2024

LA HUMILDAD

La chorrada de ser humilde viene de la culpa de haber nacido en Villatripas de Abajo. La humildad bien entendida consiste en no ser gilipollas. Es decir, que ser humilde por ser pobre es otra chorrada porque se sigue siendo de derechas y echando horas que no te pagan. La gilipollez aglutina al humilde, al paleto y al votante de Vox, que además de ser del Atleti suele ser el mismo hombre en busca de pesebre, que diría Viktor Frankl. Quiero decir, que más que ser humilde, lo que no hay que ser es gilipollas, porque el gilipollas suele ser soberbio como primera acepción, pero también dócil y apocado como segunda. Ya sabemos que en misa se llama bueno al que abre la boca y cierra los ojos para recibir la hostia que no por bendita es menos hostia. Y además pone la otra mejilla (cosas del cristianismo). Humilde se es sin querer y viene tatuado en la nómina del paro y la infravivienda. La humildad como concepto es una chorrada porque lo asimilamos a la modestia y toda modestia es falsa y no hay peor soberbia. La humildad bien entendida viene por negar la gilipollez. La gilipollez de ser humilde lo primero, y luego las demás. Como hacer pilates, el pagafantismo o comer con la familia los domingos. La humildad -la palabra lo dice- es la edad del humo, el pufo que nos cuela el lenguaje por el rondón de la frase hecha, que es la forma de no revisarle las faltas de ortografía al pensamiento. Aquí de lo que se trata es de no ser gilipollas. En exceso, se entiende. Gilipollas somos todas por el hecho de haber nacido, que diría Ciorán. Luego ya cada uno se pone el lazo, se maquilla el bigote, se apaña. Se busca el enchufe para venderse la moto del funcionariato, la subvención de empresa ruinosa o el contrato basura de alta flexible y bajas a medio morir como quiere la Ministra. La palabra lo aguanta todo, por eso hay que ser gilipollas y humilde para ser tonto de remate. Mentiras para una vida, sería un buen título para que Netflix enganchara a los humildes gilipollas con un rosario de negocios en abanico, como si fueran cromos repetidos en el sile/nole del menú del propio Netflix. Si usted dice eso de hayqueserhumilde tiene números de ser gilipollas. Hágaselo mirar porque es la tapa del pensamiento troquelado por la gilipollez ambiente, como si fuera un smog urbano que alguien ha subido a la nube del Instagram. Mire si dice postureo, tardeo, o si tiene mascota, complementos inequívocos del gilipollas humilde. Decía, que con no ser muy gilipollas, vale. Procúrese un poco de aburrimiento decente. Váyase a un parque a ver cómo lloran los niños porque sí. Sin mayor razonamiento. Ha de saber que los críos ya no se desollan las rodillas porque no hay arena. Ahora los columpios están acolchados con tartán y los castillos se hacen en el aire del mimo. Hay -según cifras oficiales- más perros que niños en las grandes ciudades. Quienes sufrimos las meadas y ladridos intangibles de las mascotas ajenas, sabemos que el perro es el mejor amigo de la molestia. Lo digo desde la humildad porque otra gilipollez de la palabra humildad es la sinonimia con respeto, cuando el respeto y la humildad no son palabras ni conceptos sobre el papel (humildemente lo digo), sino actos en la calle de Celaya. Uno está podrido de ver humildes y respetuosos pisotearse la poca decencia que les quedaba con el primer miedo que se encuentran por el Telediario. Lo mismo da una vacuna que un mena. Lo mismo el escarabajo albino de Nebraska que el jabalí salvaje de Entrevías. Hay que temer hasta del hijo adolescente que, para colmo, ve porno. Está claro, solo vemos la paja ajena. Y es que el acojone viene de serie con el gilipollas. Es por esto que tampoco tienen culpa, pero tampoco el candor de llorar por las esquinas del verso. Hoy la inocencia se antoja una obscenidad, verdadera pornografía y no la que ve su hijo, señora. Al final cada uno hace lo que puede y purga su gilipollez como le dejan sus atrofiadas entendederas de Homo Siemens. No seamos gilipollas. Lo digo con humildad.

miércoles, 9 de octubre de 2024

EL SUSURRO

 

La locura necesita público.

Cada trompeta con su torero.

Sin mérito no hay igualdad.

Repetición para muescas con matiz.

La fluidez no cicatriza.

El fuelle de la paradoja incendió el verso.

Marchita la esperanza germina la perspectiva.

Hoy asombra el pábulo.

La lectura como mito de la venta.

Donde fueres haz que no vieres.

Conoció la empatía por el camino del miedo. 

Nutro la existencia con susurros de silocina.

sábado, 5 de octubre de 2024

LA CÁSCARA

 
Algo se filtra. La visión pasa a 0.6 en un movimiento hidráulico. La conciencia entra en el universo, dentro de la mirada, como si los ojos sacasen los codos para ensanchar la realidad y los colores respiraran. Con la sutileza cromática de un violín que llora, con la sensibilidad de los pétalos, como si todo fuese lengua. Amniotizas, revoloteas por la zeta, como si la línea del horizonte fuera el infinito de un ojo cósmico por el que fluye la realidad. Ahora la piel es una oasis de mar donde la arena funde los relojes. Ahora parece que fuera siempre para mañana, que la mañana fuera esa nube lenta que se fue. Suspiras para respirar, para asimilar la sutileza anaranjada de la tarde. La belleza tiene esa zeta de piel, esa línea que acaricia el dorso de la uña. ¡Ah! Una pica de ánimo te clava a lo etéreo. La melodía se yergue como un tallo. Fluye, se desliza por un lugar sin sitio, por un tiempo estático. Hacia el volumen penetra la importancia. «Ahora entiendo la cáscara del sonido que envuelve la palabra». Intentarás retener el aire de aquella emoción con madejas de poesía. Querrás ponerle el traje a lo invisible, a la paradoja donde rezuman las montañas, a los bosques por los que fluyen los ciclos, al agua inexplicable, a la savia que acude a la última hoja del último árbol desde la raíz más enterrada en qué misterio. Suspiras para asimilar tanta belleza con la seguridad del secreto, con la certeza que los ojos trasmiten con lágrimas que escapan solas. El silencio impone su lenguaje. Siento piedad del alfabeto y me dejo llevar por la honda, por ese hueco infinito que barruntan, por las dimensiones de lo incognoscible. Sientes la pavesa del cosmos, la energía de lo cuántico. Entre la resignación y la complacencia habrá surgido el eclecticismo que compadece a la complacencia y a la resignación. Física y química hallan fundido el instante con ebriedad. Cómo juzgar un microscopio. Qué moral aglutinan los electrones. La luz de las estrellas rompe la dimensión. Todo llega a su remanso, a la catarsis evocada del confort humano. «Cuánta belleza», mientras cierro los ojos. Cierro los ojos para no hablar en lenguaje, para licuar en oscuridad el pensamiento. Entonces la geometría estalla. Chilla colores de movimiento incandescente. Suspiro para asimilarme, para volver a tierra. Vuelvo al horizonte, a la uña del sol y la piel de la atmósfera en que reposa el misterio. 
 

sábado, 28 de septiembre de 2024

EL GOZO

La o se come a la zeta, por eso el gozo disfruta más que el placer. Parece que sale a tomarse el aperitivo del paseo, a que le dé la brisa de la mirada en la frente de los ojos. Gozar es una adolescencia sin tiempo, es descubrir los matices nuevos en la repetición de siempre para nacer a lo minucioso. Se mueve la lengua por el horario hasta que se encuentra el beso. Es la adrenalina de llegar aunque no sientas el viaje. El gozo es la cara opuesta de la tristeza con la misma latitud de moneda. Se puede gozar la tristeza -como si fuera un opiáceo- y se puede llorar el gozo como si fuera una alegría. Follar sería un ejemplo. El orgasmo tiene un chispazo de muerte. Ya sabemos que los franceses son Truffauncionarios y tienen Rohmer para Renoir y reGodard. Los gabachos son un poco Sena. Un gris tranquilo para ver sin luz y que no llueva mucho. El gozo es un sacacorchos. Un disparo de alegría como el beso de una madre. Tiene la memoria de los peces y la mirada de los burros. Vive fuera de casa mejor que en ningún sitio. Es la llama que prende los petardos, el gas de los suicidas y la intimidad de las madrugadas. El porro imita el sonido del gozo cuando la biblioteca culmina su jersey. Ya sabemos que no hay mejor semántica que la fonética, por eso hay que escuchar lo que nos dice la pavesa del canuto con su lenguaje de risa súbita. Los libros rulan la confidencia y se duermen. La música amarihuana el movimiento y endulza la boca del sonido. El instinto se revuelve dentro de las sábanas. Se aleja de la pesadilla del dinero como un pez elefante. Fulmina los relojes, quema los contratos y las vacas cagan psilocibina. Entonces el firmamento se abre como un vuelo. El gozo es ese vuelo, ese inasible que se escapa como una lágrima absurda. Llorar es una pregunta que se responde sola, un abrazo solitario, el poema de siempre. Es una patada en los huevos del masoquista y ponerse el suéter rosa del hortera. Es meter los dedos en el niño y ponerse las Katiuskas de follar. Mirar cómo se pone el sol y cómo sale la luna, porque mirar es el goce mismo como sabemos los voyeurs. Es contemplar el movimiento felino de unas caderas o ver tiritar a una flor. El gozo vive en los pezones duros y los versos frágiles. Vive en la amistad que se azora por las tardes, cuando el alcohol se pone súbito. Tiene labios furtivos y venganza. Es el timbre que corre por lo que no hicimos. El gozo es lo que nos queda del niño cuando ya no juega. Es comerse la última croqueta y cagar a tiempo. Contar bien el chiste y llegar a la nota en la Jurado. Es tumbarse en la cama del descanso, sacarse el moco encofrado y cortarse la uña que te engrima. Tirarle del moflete al niñohijo, beber a chorro y deshacerse de las cosquillas. El gozo es que se vayan los albañiles, publicar el puto libro y que alguien lo lea. Oler el sol en las sábanas limpias, oír el hielo del seagramstónica y cantar yahora en el karaoke. El gozo está en las ganas de cada piel. Se esconde como una sombra tímida, como la vergüenza masoca de los niños, como una planta que se estropea. El gozo está en cada átomo, en cada tacto. Por eso hay que espabilar el tiempo y despertar el agua. Cada segundo es una ola posible, una foto para enmarcar memoria, un tobogán inverso que extiende sus alas. El gozo tiene salud porque no tiene miedo a morir. Ignora el velcro melancólico hasta que se octubra, cae y florece de otoño. El otoño goza de color y del frío de las piedras. Es el musgo de las uñas y los cuellos oferentes. Es la tarde perdida, la vida para nada y el pedo silencioso. Es la e de la risa, la flecha de la luz y un seacabó. Es el viaje de los días, haber nacido en el norte y apagar la tele de un botonazo. Es tirarse al río, comerse la tortilla y tumbarse sobre la hierba. Es decirle «no te rías» a las cosas serias y un guantazo con la mano abierta. Es alegrarse del mal ajeno y que se muera Netanyahu. Heredar una fortuna de un pariente birmano y comer roscón el día de reyes. El gozo es llegar a otro septiembre sin más coleccionable que estas letras que me asaltan. Sentirte un poco Ulises, mejor y agradecido. Cambiar de forma como una nube y asomarte al asombro lisérgico. Es la polución nocturna que se cumple, palmearle el culo al feminismo y notar como se enciende su mosqueo. El gozo es pollónico, etcétera.

viernes, 27 de septiembre de 2024

jueves, 26 de septiembre de 2024

LA REVISTA

 Ya está disponible el número 26 de la revista digital Ulises:

https://ulises.online/



miércoles, 14 de agosto de 2024

LA A

La idiocia con su exhibicionismo involuntario.

Su ingenio convertía en curioso lo evidente.

La venganza del refrán ofendido.

Tutelaba la agresión con custodias.

Qué sugerencia tan rotunda.

El silencio nació de un gilipollas.

Ninguna o maneja la y como la a.

sábado, 10 de agosto de 2024

LA TRISTEZA

La tristeza tiene cara de pez globo. Es el ánimo de las interrupciones. La tristeza tiene razón. Huele a polvo. Sabe a suero. La tristeza mana de la zeta. Estar triste es más alegre que la tristeza, ese manto de luz difusa que nos aplaza. Es una melodía de Gary Jules, un tarareo de nanas y el tiempo furtivo de las fotografías. Es la somnolencia del instante en que daríamoscualquiercosa. La tristeza, con su zumbido de zeta, apaga la luz. Vive en las mejillas de Foster Wallace, Sara Barquinero y José Luis Rey. En las diminutas alas de los insectos se viste de alegría. Se tumba al sol de las piedras que avanzan. Es la resignación del cansancio. La tristeza levanta la cabeza hacia el suelo, no se incorpora ni enciende la luz de la sorpresa. Tiene la belleza del zig-zag. Es el reloj de arena de la vida y la soledad de darse cuenta. La tristeza envuelve, perfuma con su emoción postrera cualquier alegría. Si la observas se ríe. Es la carcajada del tiempo que conocía Donnie Darko y los cantos de ballena de Los niños del mar. Tristeza, belleza, zumo. Zarza, moza, zureo. Es la zeta quien desliza la palabra, quien encaja la calima sobre la frente. Fuma la marihuana de la noche sobre las luces del ánimo. La tristeza es escribir sobre ella y que no te salga. Hablar sin sentir. Sentir sin hablar. Vivir sobre el silencio. La tristeza nace cuando se tiran unas gafas como si fuera el helado infantil de los adultos. Erik Satie armonizaba las zetas del opio con su cálido caracol mojado. Rulfo con su cubilete de voz azteca siseaba los páramos de su memoria. Porque la tristeza es la memoria de la memoria. Ese acordarse del futuro, del fui y el es cansado. La tristeza se escapa de los poemas. Son las pavesas que lloran por los ojos del viento. Es la pregunta. Las cuatro letras de todo y nada. Es la razón que incendia los labios del carmín que nunca chuparás. La tristeza se sienta sobre su zeta y espera. Sabe que las máscaras se rompen con el frío y las medusas volverán a sucumbir sobre la arena. Las playas son tristeza acumulada, como la luz que hipnotiza el universo. Si miras cualquier objeto detenido sientes su tristeza. Es esa pausa. La conciencia del vacío que nos llena y el mayor motivo para no tenerla.

jueves, 8 de agosto de 2024

LA OBRA


HERVÁS EN LA OBRA DE VÍCTOR CHAMORRO

Jueves 8 de agosto de 2024

(20 h. cine-teatro Juventud de Hervás).


«Yo no podría vivir sin Hervás. Aunque he estado treinta y tantos años en Madrid dedicado a la enseñanza siempre que había la oportunidad, un puente, incluso muchos fines de semana y luego todas las vacaciones del año de la enseñanza […] siempre he ido a Hervás. Porque casi todas mis obras las he escrito desde Hervási”.


Buenas tardes a todos.

Hablar de la presencia de Hervás en la obra de Víctor Chamorro es una redundancia. Pocos autores se habrán sentido tan ligados a un territorio como el escritor de La hora del barquero. Para Chamorro, Hervás fue el paisaje de la infancia que marcaría para siempre su devenir personal y su narrativa futura. A mi pregunta de por qué no había viajado más me respondió que el mundo se configura durante la niñez. «Después cualquier paisaje solo sirve para compararse con aquel mundo primigenio; si viajara al Everest, Jonás, solo podría decir que es siete veces el Pinajarro». Y puede que tuviera razón.

En este mismo cine representó, cuando era profesor del CLA (Colegio Libre Adoptado), en el curso 1971/1972, el Auto de los Reyes magos, obra medieval inconclusa que Chamorro finalizó para ser representada por sus alumnos. Entre los pastorcillos se encontraba Federico Suárez quien con el tiempo sería presidente de la Asamblea de Extremadura. Detalle que, en febrero de 2008, se ocupó de recordar su mujer Leonor Flores (Consejera de Cultura entonces), el día en que se inauguró la rehabilitación pública de este edificio, de titularidad eclesiástica. También representó la obra de teatro de Alfonso Sastre Escuadra hacia la muerte. Todo un atrevimiento al ser dramaturgia de un autor perseguido y que daría con sus huesos en cárcel franquista poco tiempo después.





La presencia de Hervás en su obra es una constante. No olvidemos que la que sería su primera novela, El santo y el demonio (1964), es la coagulación de un diario adolescente que el escritor redactó en la localidad en su mayor parte. En ese diario (de los que se conservan algunos fragmentos en su archivo) se revela un adolescente marcado por la religión que intenta explicar el mundo a través de la palabra escrita. Una catarsis personal que le ayudará a superar sus complejos y a la que dedicará, en agradecimiento, el resto de su vida. En sus memorias inéditas Chamorro me confesó que su abuelo Segundo Calzón aparece en El Santo y el demonio como el pastor cascarrabias y divagante, como un personaje de «obsesiva platonización» de la niñez del autor. Otro hecho relevante para el escritor fue la muerte de su hermana Citina en abril de 1945. Un trauma que nunca superó y que intentó purgar narrativamente en El Santo y el demonio:

«Aquello era un verdadero griterío y fue precisamente en aquel instante cuando el cura Ibraín hizo su aparición en el cuarto. La Sabel se tiró a los pies del cura y besándoselos y bañándoselos en lágrimas suplicaba un milagro».





Tabaján, el nombre de la localidad donde se desarrolla la novela, no deja de ser un topónimo que esconde la atmósfera rural de cualquier pueblo de la España de 1960, Hervás incluido: «Tabaján es un pueblo retirado del progreso por su situación geográfica y su pobre economíaii», El Charusco, pico montañoso de la novela, parece ser un trasunto del El Pinajarro. Cuando el narrador dice: «El corazón de Tabaján es su plazoleta», parece que Chamorro escribiera «El corazón de Hervás es la plaza Corredera». «Los chopos comienzan a desnudarse de sus hojas, doradas por el último sol de verano. El suelo va recibiendo la alfombra crujiente que a veces es barrida por el vientoiii», parece una breve descripción de La Chopera lugar donde compuso algunos pasajes de la novela como confiesa en sus aludidas memorias inéditas. Cuando se narra: «los rebaños dormían tranquilos, apretándose las ovejas unas a otras para recibir y transmitir el calor de sus cuerpos, en los cobertizos del Forquitoiv, vigiladas por los enormes perros pastores de orejas cortadas y collares de puntasv», solo está describiendo aquello que ha visto y que Tinín, su inseparable amigo de entonces, le ha contado con detalle. Es significativo, que en las ya referidas memorias, sea citado como El carnicero mágico.

La trama de su primera obra está poblada de personajes que ha conocido en Hervás, figuras que ha ido moldeando hasta ficcionalizarlas, para que no ser reconocibles. Con el paisaje no tiene tantas precauciones: «Los inviernos de Tabaján son muy fríos, con abundantes nieves y huracanes que destrozan los chopos con la facilidad del viento solano que abate las espigasvi». Hay pasajes de la novela, finalista del premio Planeta, que se desarrollan en San Antón: «explanada muy grande de tierra amarillenta, salpicada de hierba a trozos […] En el centro de la explanada se encuentra la ermita del santo […] A unos cincuenta metros hay un pequeño pinar […] Los de Tabaján apenas frecuentaban la explanada ni el paseo de los pinos, [se está refiriendo al paseo de Nápoles] pese a los delicados paisajes que se contemplan desde el fondo del pinar; diminutos prados verdes, huertos que parecen pequeños remiendos, lejanos ganados, fresnos y chopos...vii». La chopera será un paisaje muy presente en el imaginario de Chamorro que pone en boca del cura Ibraín: «¡Cómo evoco La Chopera que tantas veces recorrí de niño!viii». Fue en ese paraje donde un escritor en ciernes fue víctima de un pederasta. Hecho que cuenta en el documental El sillón de Víctorix, y que reconstruyó literariamente en El pequeño Wertherx. Una obra que, como veremos, será la más autobiográfica de su narrativa.

Su segundo título El adúltero y dios (1966), fue escrita después de que un paisano de Hervás le contase la historia de su vida. Chamorro, con el vértigo propio de las segundas obras escribió las vivencias de aquel hombre que se le acercó un día de lluvia. En sus memorias inéditas recreó aquel encuentro:

«Una noche de mucha lluvia impidió a dos personas abandonar los soportales de la corredera. Uno era el escritor. El otro un hombre que vestía una chaqueta de paño gastado y calzaba zapatillas de esparto. Era canillero en la fábrica de lanas de Gervasia. Arreciada la lluvia, parecían solos en un pueblo abandonado. El tejedor dijo que él también escribía. Y se le descolgó la mandíbula a instancia de la disnea (yo me acosté con mi cuñada mientras mi hermano me tuvo en su casa como a un hijo. Cuando lo descubrió me fui a la guerra buscando una bala)».

Chamorro tenía una historia que contar y lo hizo interiorizando los celos de una sociedad marcada a fuego por la moral de La Iglesia que dictaminaba la ley del momento. Vuelvo a citar sus memorias:

«Era la Iglesia -hablaba Chamorro con rabia- quien marcaba la pauta considerando a la mujer como un ser incompleto a la que segregaba del sacerdocio. Sólo altareras y limpieza de templo. Las de clase alta con mantilla y peineta ornando las procesiones. La iglesia nacional católica imponía a la mujer el débito conyugal. Lo que convertía muchos matrimonios en una violación continuada y protegida puertas adentro de la casa. […] Era la Iglesia Nacional Católica detrás de aquel código penal que permitía la muerte de la mujer si era sorprendida con el amante sólo y sola, desnudo y desnuda en el mismo lechoxi».

Aquella historia que le fue contada por un desconocido en los soportales de La Corredera, le supondría ser finalista del premio Planeta en 1964 con el título de El adúltero y Dios y que correría igual suerte en el premio Blasco Ibáñez de 1966 bajo el nombre de Amores de invierno.

Con La venganza de las ratas (1967) Víctor Chamorro ganó el premio Urriza. Rincón, el topónimo del pueblo en el que se desarrolla la novela también tiene pinceladas descriptivas que evocan a Hervás. Uno de los pasajes principales de la obra reconstruye un suceso real, como cuenta el escritor en sus memorias:

«Un teniente ordenó al Carrero local el traslado de un vagón de heno desde la estación al cuartel. Se negó alegando era fiesta de guardar y que sería multado. Entonces recibió una terrible paliza y el ominoso castigo de caminar desde la estación al cuartel. Así sería condenado por la gente que, después de misa mayor, iba a la estación para ver llegar el tren. El escritor, aún con calzonas, estuvo entre los chiquillos que escoltaban al herido. A ratos se sonaba la nariz con los dedos y expulsaba flujos alquitranados. El niño percibió algo que le dejó una huella indeleble: un silencio sepulcral, sin piedad, en el que se escuchaban los gritos de la mujer suplicando un médico. La tortura al carrero, el proceso a su padre, y las represalias continuadas a Pepe, Angelita y Aníbal se confabularon dando lugar a los personajes de las ratas, fuerzas vivas de Rincón. Luego el título llegó sólo El último rebeldexii».

Con ese nombre fue presentada a los premios Planeta y Nadal, quedando finalista. Ya con el de La Venganza de las ratas ganó el Urriza, fue publicada por la editorial Terra y después reeditada por El círculo de lectores en 1975. Un libro que llegó a estar varias semanas entre los más vendidos por delante de autores como Miguel Delibesxiii, con quien mantuvo correspondencia.





Estamos ante la primera novela escrita en la posguerra que trata la tortura en el medio ruralxiv. En la novela el autor tuvo la audacia de motejar al comandante de puesto con el estrambote de «El cascahostiasxv» y hasta le dedicó una coplilla que se cantaba soto voce en las tabernas de Rincón: «Cuando a Jacobo / le van contra el pelo / el tricornio del cabo / va a dar al suelo».

Rincón no es Hervás, pero sí ficcionaliza unos hechos reales que ocurrieron aquí y que la mente literaria del escritor traslada al personaje de Jacobo y su torturador el «cascahostias». Para una novela escrita en 1967 es una osadía a considerar.

Con El Seguro: enfermos ricos, enfermos pobres (1968), gana el premio Ateneo Jovellanos de Gijón. En esta novela narra los hechos reales de dos placentas previas que Teresa, su mujer, sufrió en aquellos años. Aun así, en algunos pasajes de la obra se deslizan descripciones de Hervás:

«Los gorriones, los vencejos, le traían el recuerdo de las cigüeñas. ¡Oh Dios, un prado con cigüeñas! No podía imaginarse mejor a la primavera. Bajando al huerto, el río roncaba entre la espesura; bajando al huerto, a mano izquierda, pasado el río, había un prado que siempre tenía, en primavera, alguna cigüeña. ¡Oh Dios! Era primavera. Él debía estar en el huerto, desinfectando los cerezos, limpiando el padrón de hierbas, trazando los cauces para los riegos de verano. Un año atrás, por aquellas mismas fechas, él realizaba aquellos trabajos. Entonces estaba soltero y se tostaba al liviano sol de abril, un sol que no quemaba, templado, pero que día a día, le iba bronceando. Y él gozaba, ahora se daba cuenta de lo que había gozado, preparando un trozo de terreno mullido y metiendo, en el hueco que el palo había dejado en la tierra, una planta de lechuga, de pimiento, de tomate».

Chamorro, siempre le tuvo mucho cariño a aquella huerta que cultivó hasta casi los ochenta años y que yo, en alguna ocasión, ayudé a colocar támbaras (que le facilitaba Victoriano Peralejo) para que tirasen los tomates. Los recuerdos de la infancia junto a su abuelo, le devolvían a aquel lugar de privilegiadas sombras.

Las Hurdes, tierra sin tierra (1969) se gestó en Hervás cuando los abnegados hurdanos se desplazaban hasta el bufete que su padre le había abierto al escritor en la localidad. Tras duras jornadas a lomos de mula llegaban a su despacho para pleitear por un olivo familiar u otras nimiedades. En Canal Extremadura televisión reconoció al periodista José María Pagador que:

«No nos atreviamos a cobrar. La gente que iba solían ser de Las Hurdes. Las Hurdes pertenecían al partido judicial de Hervás y llegaba gente que había ido en mulo, después de un trayecto de doce o de catorce horas, y te exponían un caso humano tan tremendo que no se nos ocurrían nunca decir provisión de fondos que es lo que se hace. Y luego al final. «Nos dé usted lo que pueda». Y a veces, hasta nos costó dinero el bufete porque yo recuerdo que tuvimos el caso de una separación y cuando llegó esta señora a Hervás pues yo por mi parte, con la ayuda de mi suegro, le monté la casa con unas sillas y unas mesas para que pudiese vivir y entonces lo dejamosxvi».

Aquellas injusticias que le llegan desde Las Hurdes a su bufete en Hervás, le llevan a inmiscuirse en un viaje por tierras hurdanas y escribir un libro que aprovechó el título del documental de Buñuel, pero que -según Camilo José Cela- Chamorro mejora al tildar la región de «tierra sin tierra». Hervás aparece como el lugar a donde van a parar distintos personajes hurdanos. Su tocayo, el cartero de la la localidad, tiene capítulo propio:

«Víctor, un hombre simpático y con personalidad»

Víctor está encargado de llevar, a diario, el correo desde Hervás a Casar de Palomero. Víctor un día se cansó de la tartana vieja que tenía y se compró el «Land-Rover». Todo empezó a funcionar mejor. Se acabaron las averías de aquel motor asmático, los pinchazos de las ancianas ruedas, los viajes pudieron hacerse más rápidos y Víctor pudo traer y llevar más gente. Por al tiempo que transporta cartas, impresos, certificados, y reembolsos, sube a su coche a todo el que lo solicita. En los días de lluvia, ventisca o nieve son pocos los viajeros que se desplazan, pero en el mes de octubre y noviembre, meses de la aceituna, los jóvenes braceros de Hervás son contratados para ir a Marchagaz, por ejemplo. Y cito Marchagaz porque se dice que allí se fabrica el mejor aceite de España, el más claro, el de menos acidez.

A las ocho de la mañana empieza a congregarse gente a la puerta de la admnistración de correos de Hervás. Hay que estar a la hora porque Víctor es un reloj. ¿Qué ocurre si se presentan más viajeros de los que caben dentro del coche? Todos suben. Por dentro es un lío de cestas, enseres, mezcolanzas de cuerpos, gritos, denuestos y risas. ¿No caben más? Ya veremos si caben. Víctor abre la portezuea, empuja con el hombro; poco a poco va quedando un hueco y en el hueco introduce al que iba a quedarse en tierra. Luego un portazo y: ¡Nos vamos! ¡En marcha la diligencia!

[…]

Pero el coche de correos que sale de Hervás y el dos caballos que sale de Casares son, al tiempo que repartidores de cartas, vehículos de civilización y cultura. Transportan hombres de unos pueblos a otros, facilitan la labor del médico, del practicante o maestro y son intermediarios de un rudimentario pero necesario comercioxvii».

El libro Sin Raíces (1971) se gestó en Hervás a donde acudieron hijo y nieto de Agustín Sánchez Rodrigo para convencer a Víctor Chamorro para que escribiera la biografía del impresor de Serradilla. De nuevo, me hago eco de sus memorias:

«Se presentaron en Gervasia dos personas preguntando por el escritor. […] El padre tenía aspecto de hidalgo que pasea por los encinares con paraguas y un misal. Vestía de negro con una camisa blanca inmaculada de cuello abrochado sin corbata. Cara ascética, ancha, con una niebla de búho. Pelo canoso a cepillo de viejo senador del campo. Su hijo era un joven elegante sin perder un halo campesino. Buen conversador sin tonillo de la tierra, pero había renunciado a palabras dialectales.

El escritor escuchaba al hombre mayor contar las bondades de su padre Agustín Sánchez Rodrigo. Pensando que si aquellas dos personas se marchaban pronto tendría tiempo para preparar la clase de francés. Le conmovió el respeto automatizado del hijo. Sólo hablaba cuando su padre llevaba a los labios el vaso de vino. Y empujaba con la mirada para que su padre coronase una frase sin titubeos. A medida que trascurría el tiempo la euforia se apoderó de la mesa del mesón de La Vaca Brava».

En Guía secreta de Extremadura (1976) aparece Hervás en varias ocasiones. La primera como «parada y fonda»:

«Saliendo de Madrid y tomando la carretera Ávila-Béjar-Plasencia, se penetra en Extremadura, primera región española, dicen, en latifundios, en señores feudales, en alcaldes caciques, en mano de obra barata, en mínima red telefónica, en trasnochados tendidos eléctricos, en ferrocarriles del Oeste y en carreteras deficientes […] En la hondonada del Valle, al amparo de un antiguo castillo templario transformado en iglesia, sestea Hervás.

El rey Fernando VII opinó que era una de las villas más felices de su reino. El escritor V. Moreno dice sobre su etimología: «Hervás de hervasus; el abundante de yerba, por los muchos y buenos prados; algunos dicen que viene de San Gervasio y tal vez tengan razón, porque el riachuelo lo llaman Santihervás».

Tiene Hervás una parte urbanizada en la que el árbol sombrea el cemento y los últimos prados se incrustan, moribundos, entre bloques de casa que se levantan con prisas febriles.

Este pueblo es el principal centro veraniego de Extremadura.

La parte moderna se engalana con un parque versallesco de geométricos parterres, a la melancólica sombra de llorones; y fuentes barrocas con peces. Se llamaba jardín municipal, pero, a la muerte del Caudillo, la corporación le rebautizó con el nombre del finado. Alguien, debió ser de noche, ensució el nombre con un espray.

Tiene el pueblo dos parroquias con cuatro sacerdotes. Y más abundante asistencia religiosa durante el verano. En una de las parroquias, la de San Juan, se puede contemplar un retablo barroco y un extraño Cristo arrodillado sobre una bola y con el cuerpo regado de sangre. Dicen que durante tres días, en el 1716, sudó sangre. La otra parroquia, antiguo castillo templario, con bella fachada neoclásica, cuenta en su haber con otro milagro: la virgen lloró. […]

Extremadura es tierra de leyendas, de tradiciones, de un folklore por estudiar. Hervás no iba a ser la excepción, aunque, por su paisaje, poco tenga que ver con Extremadura. Aquí triunfa el castaño con uno de los bosques más importantes de España. Triunfa el olivo. Pero no se ve la encina ni el alcornoque. Aquí se da la camelia blanca y la tintada, pero sobre todo el pastizal fresco. Es un pueblo serrano parecido a los pueblos norteños. Es como si los gallegos y astures que repoblaron estas tierras, después de la Reconquista, hubiesen traído su paisaje. Pero no fue cristiana toda la población. Un adagio dice:

«En Hervás judíos los más.

En Baños judíos y tacaños.

En Aldeanueva la judiá entera».

[…]

Se opina que el barrio judío de Hervás es uno de los mejores conservados de España: “Cómo estarán los otros”, dijo alguien».

La descripción de la historia e idiosincrasia del pueblo se extiende varias páginas en un libro que, por su interés sociológico, merecería una reedición. Por lo que tiene de universo extinto recupero las palabras relativas a la hostelería local:

«Si el visitante tiene un poco de paciencia y espera su turno degustando el vino aloque del lugar, podrá tomar estos manjares en la Vaca Brava, que es peña, además, del C.D. Barcelona. Si lo que le interesa es asistir a una emocionante discusión a favor del Bilbao, puede acudir al Mesón 60. Pero el mejor vino, dicen, se encuentra en la tasca de Terencio y en Los Conos, ubicados ambos establecimientos en el Barrio Judío. Para peces, el Tejero. Para cangrejos, en verano, El Universal. Para barato, Blas. Y si el turista desea tomarse un vino en un ambiente alucinante, acude a las Cuevas del Calvo, “que no tiene un pelo de tonto”, que luce en su barba tolstiana todo aquello de lo que carece en la cabeza, y que tiene un libro de reclamaciones lleno de autógrafos.

La decoración del establecimiento parece arrancada de alguna pesadilla kafkiana; es un pastiche de todo lo imaginable: desde calabazas hasta banderillas, pasando por un espléndido harén de mujeres de papel.

Hervás, cantado por Unamuno, Cela, Lera y tantos otros, es un pueblo que, dicen, imprime carácter y que no se visita una sola vezxviii».

Su siguiente libro Extremadura, afán de miseria (1979), es un ensayo sociológico sobre la región, recientemente reeditado por la editorial Jarramplas (2022), donde no hay citas explícitas sobre Hervás. El libro fue el intento narrativo de Chamorro por sintetizar las ideas básicas del imprescindible Extremadura saqueada que en 1978 había publicado la editorial Ruedo Ibérico y cuya problemática de fondo sigue vigente.

En Por Cáceres de trecho en trecho (1981), dentro del primer tramo titulado «De las Hurdes a los valles en flor» hay capítulo propio para Hervás:

“¡Castaños!, ya en la linde de Extremadura” escribe Luis Rosales. Acabas de llegar a Hervás, pulmón de oxígeno: oxígeno de su monte de castaños -uno de los más importantes de Europa- que rodea un valle verde en el que parece dormir. Hace siglos fue más que monte selva, como nos lo recuerda Alfonso XI, en su libro de Montería, cuando afirma que Hervás “era buena tierra de osos”.

Has llegado así mismo, al más importante centro veraniego de Extremadura -cabecera natural entre Béjar y Plasencia- y rápidamente se te hará añicos la vieja realidad de la Extremadura rural y desangrada, de las encinas polvorientas y los despellejados alcornoques como Sebastianes, de la merina y el porcino. Aquí no encontrarás el árbol que singulariza esta tierra, pero sí verás árboles de área climática oceánica, así como el verde gallego, o astur, que te entrará por los ojos como un manchón sin reposo: verde natural, junto a verde civilizado de parques, choperas, pinares, e hileras de árboles y rectilíneos parterres que acompañan el cemento. Un par de meses el verde se cubrirá de blanco y creerás entonces encontrarte en un vallecito tirolés presidido por la mole del monte Pinajarro, cargado de hombros bajo el peso de la nieve. Monte hiératico, solemne, totémico.

[…]

El progreso acabó con aquellos sacrificados neveros que partían de noche desde la sierra y regresaban a mediodía con sus acémilas cargadas de nieve para los ponches.

[…]

Tres kilómetros de sinuosa carretera separan el pueblo de la general 630. Te sorprenderá un mazacote que preside las peligrosas curvas serpenteantes entre prados zurcidos de huerto. No se trata de una fortaleza, ni del Alcázar de Toledo, tampoco es un búnker, sino el moderno hotel».

La descripción del pueblo continua durante varias páginas más, algunas de las cuales pueden escucharse de viva voz en el documental de El Sillón de Víctorxix antes mencionado y consultable por Youtube.



Por lo que tiene de sociología reciente no me resisto a reproducir lo que Chamorro escribe sobre los espectáculos taurinos durante los festejos locales:

«Te encuentras en el corazón del monte, entre la ermita del patrono y la moderna plaza de toros alrededor de la cual giran las ferias y fiestas de agosto y septiembre. Desde que es plaza de toros democrática tiene su pequeña historia pues la fiesta brava ha servido de aglutinante y detonante para que este pueblo proteste por vía taurina sin necesidad de partidos ni centrales. Tal vez influenciada por la historia medieval de la localidad, la empresa se manifiesta siempre bastante judía. Por ello se produce un divorcio total entre ella y el pagano. En las ferias de agosto no suelen ocurrir incidentes pues el veraneante se impone a la población autóctona. El espectador paga mil y pico pesetas y soporta estoicamente que una nube de polvo emerja del albero -como un vaho. Cortina de humo que palía los miedos del alcalde -me refiero al torero- o la cojera indecorosa de los astados. Aquello parece un desfile de lazareto: toros inválidos de las cuatro patas, de la columna, toros con funda de cuerno adherida con cinta aislante negra. Vacas en lugar de cabestros, toros que parecen salir sin cuernos porque lo hacen de cuartos traseros, toros que escapan de la plaza para morir de un tiro en lugar de un bajonazo, y la lista de sucesos se haría interminable. Anécdotas taurinas aparte, el hecho es que en septiembre la fiesta se politiza. El pueblo se reúne alrededor de la plaza y decide el boicot. Una comisión consensúa con el empresario, que clama es su ruina. Por fin se reduce el precio de la novillada y se abren las puertas de la plaza, pero el escándalo prosigue pulverizando records. Hasta cinco devoluciones de toros en una sola tarde. O puedes asistir a otro tipo de boicot -muy refinado- consistente en que los piquetes dejen pasar el mínimo de espectadores que los reglamentos prescriben, como imprescindibles, para que no se suspenda el festejo. Raro es el año que no se provoca algún show de este tipo. En el último la empresa huyó con sus toros, utilizando la noche, y quedando burlada la afición. A falta de espectáculo el pueblo recordó el número del último festejo en el que un joven de la localidad -entre punky y metal- salió al ruedo con gafas negras, un pendiente, y una camisa a guisa de percal. Tal vez conmovido por las manifestaciones del respetable -quizás no muy matizadas- agasajó al público y a la presidencia con sendos cortes de manga a cámara lenta que transformaron el coso en circo romano. Amparado por la fuerza pública el gladiador pudo abandonar el coso pero inopinadamente reapareció para llevarse a la enfermería una cornada en la axila. Cuando el médico le previno del dolor, el esforzado tuvo tiempo para replicar:

-Yo paso del dolor tío.

Así que te guste o no los toros -es indiferente- acude a los festejos porque te depararán claves sociológicas para profundizar en la idiosincrasia de este pueblo que tiene -como se dice hoy- más de una lecturaxx».


La Historia de Extremadura (1981/1984), El muerto resucitado (1984) y El pasmo (1987), pese a haber sido pergeñadas y escritas en gran parte en Hervás, no tienen alusiones directas a la población que sean reseñables.

No es el caso de Reunión patriótica (1994) una excelente novela que, quizá, adolece de un barroquismo en algunos pasajes que impide la fluidez de la trama. Esta obra es la más hervasense de las escritas por Chamorro. Quienes le conocieron de cerca saben poner el nombre y apellidos reales a los nombres de los personajes que aparecen. Algunos capítulos parecen sacados casi literalmente de la realidad. En otros se cuida de tamizarlos mediante la ficción. En esta obra se narra la asamblea que las fuerzas vivas del momento tuvieron para acordar la expulsión de Víctor Chamorro como profesor del CLA, algo que traslada de manera velada, en una superposición de estructuras y tramas. En ella se desarrollan escenas vividas en el Casino de Hervás, conversaciones de verano prolongadas por el alcohol estival y multitud de anécdotas y experiencias que Chamorro vivió en los años setenta y ochenta.



En El pequeño Werther (1997) se cuenta la adolescencia de Francisco, alter ego del escritor. En ella se describen distintos acontecimientos de su vida que ocurrieron en Hervás.

La Corredera, el puente de Hierro, el Cuartel de la Guardia Civil, la Estación de tren, El castañar, La Chopera, La Iglesia, el Pinajarro, la Peña de los Lagartos, San Andrés, San Antón, Las Cuatro Carreteras, La Cruz de los Caídos, el Robledo, el río Gállego, el Ambroz, Villa Rosa, el Barrio Judío..., multitud de lugares de la localidad se citan en las páginas de esta novela por su verdadero nombre. Recojo, por cuanto de literario tiene el pasaje, el momento en que el protagonista, alter ego de Chamorro, sale de Hervás para estudiar:

«Lo que más le extrañaba a Francisco era que Salamanca no olía, y él añoraba aquellos trayectos pueblerinos acompañados de aromas gratificantes. La calle de la Estación respiraba un nutritivo olor a tahona, y en vísperas de Pascua se impregnaba con el aroma a hornazos y a dulces. Salamanca no olía a carne chamuscada de matanzas callejeras ni a tierra húmeda después de un chaparrón veraniego ni al humeante estiércol del ganado que al atardecer abrevaba en el pilón de La Corredera. Sentía nostalgia del ordeñadero del señor Candela que olía a establo y a leche acalostrada. Ansiaba las vacaciones para respirar cera derretida, a incienso, a flores de Monumentos cuaresmales, a calles alfombradas de espliego y menta. La casa del Tribuno era una orgía de aroma de manzanas en lecho de paja, a melones en cuelga, a matanza oreándose, a quesos en aceite. Pero el olor más excitante era el de la pólvora que enturbiaba el aire anunciando las fiestas.

Recorriendo las calles urbanas añoraba aquellos aromas que se habían apoderado de su memoria, como el vaho agrio que eructaban los lagares del Barrio Judío, el dulzón aliento de la almazara, el tufo a casquería y vientre de los establecimientos carniceros, el olor a maderas tiernas, barnices, y resinas de las carpinterías, el mítico olor a tren, el de la ropa de su madre que él sacaba del cesto. Otros tufos ingratos se evitaban no transitando determinadas calles: la del pielero con su pegajosa tufarada a naftalina, el podrido aliento de las pescaderías, el olor a yodo y formol de la consulta médicaxxi».


La hora del barquero (2002), Érase una vez Extremadura (2003), Pasión extremeña en 13 actos (2009) y 25 de marzo de 1936 (2018) fueron escritas casi totalmente en Hervás, pero no recogen pasajes destacables de la población.

En Guía de Bastardos (2007), introduce personas reales que vivieron en Hervás como su abuelo, que el lector avezado reconocerá como personajes ficcionalizados.

En Los Alumbrados (2008) -para Chamorro su mejor obra-, el escritor hizo la operación inversa a lo que venía siendo habitual. Si trasladaba las características reales de una persona a un personaje aquí hará lo contrario, adjudica el nombre real de Jonás Sánchez Pedrero a un papel ya construido: «Querido Jonás: pensé que el personaje que debía llevar tu nombre fuera el que más se acomodara con tu personalidad y discurso».



En Calostros (2010) Chamorro convierte a Hervás en Gervasia. Topónimo literario que a la manera de Comala o Macondo, le permite construir con su narrativa un lugar mágico, lleno de personajes irrepetibles. En esta obra se reconstruye, en magistrales relatos, la llegada de las primeras publicaciones locales a Gervasia, la vida y tertulia del Casino, la llegada del tren, del tendido eléctrico, y la compleja sociología del cotidiano de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Casi todo el libro recrea la atmósfera de Gervasia por lo que no reproduzco ningún pasaje en particular, invitando a la lectura del libro en bibliotecas y su disponible compra en librerías.

La verdad es que casi cualquier rincón de Hervás ha sido descrito por la pluma de Chamorro. Casi podría trazarse una historia del municipio a través de su narrativa. Quizá sea esta una tribuna pertinente para reivindicar una ruta literaria como hay, por ejemplo, en Almendralejo sobre José de Espronceda y Carolina Coronado.


Un recurso turístico que recupere el patrimonio local, vinculándolo a la obra de uno de los mejores prosistas que ha dado el castellano en el último siglo. Aquí dejó mi propuesta.

Muchas gracias a todos por su presencia y atención.






 

BIBLIOGRAFÍA CITADA:

CHAMORRO, Víctor.

1964. - El santo y el demonio. - Barcelona: Planeta.

1968. - El Seguro. - Gijón: Richard Grandío.

1969. - Las Hurdes, tierra sin tierra. - Barcelona. Linosa.

1971. - Sin Raíces. - Plasencia: Sánchez Rodrigo.

1973. - Amores de invierno. - Madrid: Cunillera.

1975. - La venganza de las ratas. - Barcelona: Círculo de Lectores.

1976. - Guía secreta de Extremadura. - Madrid: Al-Borak.

1981. - Por Cáceres de trecho en trecho. - Madrid: Cuasimodo.

1983. - Las Hurdes, tierra sin tierra. - Salamanca: Librería Cervantes.

1987. - El pasmo. - Barcelona: Seix Barral.

1994. - Reunión patriótica. -  

1997. - El pequeño Werther. - Barcelona: Plaza & Janés.

2002. - La hora del barquero. - Barcelona: Acantilado.

2003. - Érase una vez Extremadura. - 

2007. - Guía de bastardos. - Hervás: Planteamiento.

2008. - Los alumbrados. - Hervás: Planteamiento.

2009. - Pasión extremeña en 13 actos. - Hervás: Planteamiento.

2010. - Calostros. - Hervás: Planteamiento.

2018. - 25 de marzo de 1936. [s.l.]: Asociación 25 de marzo.

2022a. - Extremadura afán de miseria. - [s.l.]: Jarramplas.

2022b. - Baratarias. - [Hervás]: [inédita, basada en el borrador: Última bicefala].

 

NOTAS: 

iLa entrevista más sincera del escritor Víctor Chamorro. Canal Extremadura. [Disponible en Youtube] https://www.youtube.com/watch?v=DLcp5vYffTQ (minuto 9).

iiCHAMORRO, 1964. p. 7.

iiiCHAMORRO, 1964. p. 13.

ivForquito es un paraje de la serranía de Hervás. Actuaciones sobre ella en: http://extremambiente.juntaex.es/files/forestal/obras/09N1011FR073_opt.pdf

vCHAMORRO, 1964. p. 35.

viCHAMORRO, 1964. p. 54.

viiCHAMORRO, 1964. p. 85.

viiiCHAMORRO, 1964. p. 162.

ixEl sillón de Víctor / José María Sánchez Torreño. - Plasencia: Óculo TV, 2013. (minuto 5).

xCHAMORRO, 1997.

xiCHAMORRO, 2022. p. 80.

xiiCHAMORRO, 2022. p. 107.

xiiihttps://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_Chamorro

xivLa paliza se describe en los pasajes de CHAMORRO, 1975. p. 50, 51, 52 y 54.

xvCHAMORRO, 1975. p. 46.

xviLa entrevista más sincera del escritor Víctor Chamorro. Canal Extremadura. [Disponible en Youtube] https://www.youtube.com/watch?v=DLcp5vYffTQ

xviiCHAMORRO, 1983. pp. 15/22.

xviiiCHAMORRO, 1976. pp. 21/34.

xixEl sillón de Víctor / José María Sánchez Torreño. - Plasencia: Óculo TV, 2013. (minutos 0/5).

xxCHAMORRO, 1981. pp. 7/21.

xxiCHAMORRO, 1997. p. 47.