A Mónica.
Ese
tiempo no importa. Mi error era cierto. En tu imposible, encuentro
ahoras de memoria. Encuentro a un niño junto a un libro y una
luciérnaga de voz en un teléfono. Cuando la memoria entra en tus
ojos la emoción mira por los cristales. Y aquí me tienes
cumpliendo con el rito, con la obligación de necesitarte, frente al
mundo. El tiempo nos debe su futuro. Yo te debo la inocencia. Y
madrugadas solitarias, y paseos solitarios, y viajes solitarios,
alumbrando versos que te merezcan. Somos un espejo constante, la
caricia que vigila al miedo. “Perdón y gracias son hacia ti lo
mismo” y un algo más repetido. Habremos de ir bebiéndonos,
juntando el agua con las ganas de llorar hasta que el ojo solo sea
aire, una burbuja de alas, de otra mariposa, que vuele sin dudar.
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