sábado, 10 de julio de 2021

EL VAGIDO

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura...

«Aullido». Allen Gingsberg.

Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por las oposiciones a obediencia, hambrientas de histéricas vestidas de Inditex, arrastrándose por los tribunales de los funcionarios al anochecer en busca de un cómodo salario,

hipsters sin cabeza votando la antigua mesa electoral con la cruzada de la fanfarria eterna,

que pobres y subcontratados y ojerosos pasaron la noche estudiando en la oscuridad del futuro, de pisos de estudiantes, apartamentos de vacaciones pagados por sus padres contemplando la electrónica del grunge, el rap y el reaggeton postrero,

que desnudaron sus cerebros ante el cielo del 15M y vieron como Podemos les desencantaba la enésima ilusión, que nunca fue porque nunca tuvieron palabras en los bolsillos,

que pasaron por las universidades para adoptar la pose del convencimiento, de la promesa incumplida y la tragedia de Kurt Kobain flotando en las cabezas,

que se pintaron la bandera de España al ganar la primera Eurocopa porque lo dijo el abuelo antes de morir, y Vicente del Bosque era nuestro viejo profesor, la buena persona de la moral alta en la que había que mirarse,

que el aula fue la pistola que teñía de paternidad y se dan las collejas de los consejos con la misma condescendencia, sin más trauma que hacer lo que se puede ni más consuelo que el salario basura que hasta Rajoy subía,

que lo menos malo era lo mejor y además era cierto, en la desgracia cotidiana inmejorable que nos ofrece el mejor de los mundos imposibles, 

que el mundo era un parque de turismo temático en suspensión de pagos y el ocio como un negocio de afectos sociales, que todas las redes eran redes de pesca y todos los bancos de sangre, y todo el dinero público y toda relación de conveniencia,

[...]

que escribiría como las traducciones malas, para parecer, como los poetas como Ginsberg, con un manifiesto fuerte que se subrayen los libros de textos y dar entrevistas, cambiando los tiempos verbales y darlo como frescura sin concordancia,

que de tanto mirar el firmamento de madrugada me hizo aprender del universo y cuando regresé los amigos se me habían caído de la boda, y se hicieron padres para apartarse de la depresión que nunca nos abandona,

que quienes fueron lo que les dejaron pagaron demasiado fuerte la factura de ser su nada, pero fueron, y siguieron la senda de noche que busca su conciencia, en el fracaso de la química inorgánica,

y se alzaron en su soledad de brisa, de placer al vuelo, en la mejor tragedia que supieron ser para acabar la media sonrisa que solían como si fuera el absoluto corazón de Berlanga quien les alimentase mil años.

No hay comentarios: