martes, 11 de julio de 2023

EL CABLE

Fresno. Del lat. fraxĭnus.

1. m. Árbol de la familia de las oleáceas, con tronco grueso, de 25 a 30 m de altura, corteza cenicienta y muy ramoso; hojas compuestas de hojuelas sentadas, elípticas, agudas en el ápice y con dientes marginales; flores pequeñas, blanquecinas, en panojas cortas, primero erguidas y al final colgantes, y fruto seco con ala membranosa y semilla elipsoidal. Que se joda Linneo. Yo miraba la caída de la piel del cosmos sobre el horizonte. Esa hora donde la confidencia bebe en los pliegues del color. El azul palidece como si la noche trajera una mala noticia, que luego resulta buena. Como si una lipotimia le sucediera a la luz, como si el muerto de la noche resucitara desde la brisa: Inversión Térmica, dicen los meteorólogos. Hay un instante absoluto. Esa pausa agazapada que se oculta detrás del grito, como si fuera el humo de un cañón invisible. Esa pátina que se instala en las retinas de la belleza, esa llave, abre la estrella que filtra el universo. Las montañas crujen, la química dilata las vigas, suenan los élitros, un burro lamenta un gol y las cigarras hacen café. “¿Quieres vino?”. El frío me fragua el brazo por sorpresa. Sirvo un río diminuto que sabe a su sonido. Ella asiente. Nos miramos. “¡Voy a cortar ese puto cable!”. El banco donde apoyo mis piernas sonríe con una enorme boca horizontal. Un lienzo me observa. El brillo del mar se ha condensado y duda en gotear la noche. Enfoca mis ojos que se dejan llevar hacia la brisa. Ella me sonríe con la mano. Respiro hondo, como si el aire de la peor noticia fuera buena, como si acabara la angustia. A veces, llueve luz. A veces, me asusta una hormiga que se ha perdido por mi pierna. Son sustos de mosquito, instintos de alegría, sangre y respiración. Poco a poco, sutil como la ternura, el calor se va. El sumidero se abre en azul. Micelios de tinta y sombra expanden lo nemoroso. Ella asiente. Somos dos manos que se hablan porque callan y se despiertan desde la uña del meñique. “¿Te he dicho ya que voy a cortar el puto cable?”. Y el fresno se mueve como un pellizco de voz. Tiene movimiento de chiste. Se agita como quien reclama. Me fijo a la espera del oso. Observo la cresta de su copa que alisa su dignidad y serena su movimiento. Algunas ramas se funden en el casco de un ánfora. Ahora es una cuadriga que se agita, animado como una linterna mágica, como fotogramas mudos de una infancia con volumen. Sé que sabe que le miro. Intuyo que me intuye como un niño cogido. ¿Quieres?” (leve susurro de uña) y una estrella atraviesa el instante. La estela cuaja un silencio que  hunde. 

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