"También es tu dulzura
una tormenta".
Eugenio Montale
A mi tía Mari.
A lo lejos andas por la piel cerosa de la fruta. París era una fiesta y Vallecas lo de menos. Un pistola hacía guardias a la pobreza. Disparaba sobre el campo con el miedo de los pueblos. Y pasaron los hijos y llegaron los muertos. A veces llanto por no reír. Perdida por la pérdida, doliente por la vida con un siempre de yaveremos por los ojos. Apenas un quizá recogido y noches bordadas con filigranas del alba. Y los diminutivos tranquilos de la lechuza, parques con nostalgia y quistes sin aliento porque para el susurro hace falta un encuentro. Saber que existe el misterio para no sospechar de las caricias. De bondad también se muere. Caramelos de menta de muñecas sonámbulas, belenes duros como turrones luminosos. Besos opacos, silencio por las alcobas donde aparece una fregona. De vez en cuando una avería y un teléfono. Y el rastro de la vida por las paredes.