martes, 27 de mayo de 2014

EL VÓRTICE

Como esa melodía que se precipita en un lamento de tobogán –hay tranquilidad-, como la desolación de los pétalos, luciérnagas de cemento. Niños que empujan sillas de ruedas, cielos sin noche, pesadillas de luz. Sinfonías de euforia, futuro tamo de un abandonado. Mundo lamido preguntando al odio respuestas de tierra, mientras las monedas caen por los toboganes. Melancolía de pétalos, cuerpos fríos, sombras de nubes alimentando lanas. Rebaños de fiebre, delirios de tijeras y agua, agua, agua –porque lluvia no falta- tras el brillo del ruido, el agua flotando. La imaginación del agua llega tarde al límite. Preguntas en la frontera de un calor a elegir. Niños, parques y féretros juegan al corro de los ojos, con la venganza de las tardes, con el aburrimiento del futuro dando la vuelta a las cabezas que penden con las costuras por fuera. Las nubes parecían depósitos de nieve.

miércoles, 21 de mayo de 2014

LA INTELIGENCIA

“Lo más sonoro del mundo es el perfume”
Francisco Umbral.

Buscando la pestaña troqueladora que la enmode, la ultime, la caducifolie, la mujer se olvida. El olvido ignora. No sabe que la inteligencia culmina con la diferencia del ojo único de la atracción. Ignora que los pechos son la inteligencia de la forma, lo firme de lo convulso. Debe conocerse más para enjaular mejor. El ojo no es más que azúcar, un todo que raspa, la mecha clara de la piel. El ojo tiende al agua, se oscurece en lo horizontal del baño, por eso llora cuando convoca el olvido. El ojo quiere desaparecer cuando la belleza no vuelve cuando el cuello se vuelve rodilla, cuando el cabello se recoge en mordiscos de sal y los labios hacen el resto. La belleza es convulsa en su sostén silábico. Sin sonido nada huele y la mujer reclama su quédate, su condición de única. Se vuelve estética, se vuelve revista sin cloro de papel ni agua, cáscara de manos y poco tacto, esperma de cosmético. La mujer que no sabe volar no se perdona, aquella que niega la vida en el otro con la regadera del tequiero. La mujer es un misterio cotidiano. Diferencia sin amargura de su yo, instante maravilloso del cuchillo, filo horizontal de la vida.

viernes, 16 de mayo de 2014

LA ANGUSTIA

Hay una sutileza que tensa los ojos. Repta como la ebriedad del sexo inaceptable que se engaña de hijos. Es lo pequeño que se escapa, ese líquido roce, esa batalla inefable de las cosas sin pensamiento. La emoción quebrada, polvo escapando de las manos del agua. Lo sutil angustia porque desconocemos su lenguaje. Confiamos en las mentiras que estaban allí. Nos reconocemos en las afueras del dolor, en la región inesperada del tiempo. Detrás del “cómo estás” alguien sufre. La cicatriz nos arrastra al llanto desconsolado de los locos. Siempre se llora de futuro. Los ojos -ese lenguaje infinito- prosigue el silabario roto -mi mamá me mata, yo mato a mi mamá-, porque siempre reímos de pasado. Pero la carcajada es una cueva, un hueco macabro que no se marcha, que late con su asco de gusano. La angustia es esa arcada, la sutileza de un detrás, tiempo acumulado que rezuma. Por eso, a veces, nos salpica un beso.

jueves, 8 de mayo de 2014

EL PEZÓN

“Creo en la realidad de la Poesía. Y la entiendo como la eterna y fatal Belleza Contraria que tienta con su seguro secreto a tal hombre de espíritu ardiente”.
“Para mi el instinto es lo primero y lo último”.
Juan Ramón Jiménez.

Entendemos por intuición a esa decisión de la biología. Esa parte lírica -sangre y beso- que hace sentir al amor la eternidad del mundo. En el instinto está la adolescencia que nos acompaña siempre. El último rubor que nos atropella el habla y finge desmemoria. La intuición es nuestro mono, nuestra infancia, nuestra mejor ternura. Cuando un ojo se rompe –cualquier palabra despedida- un niño emerge por tu centro. La intuición es la poesía que no lee. Las formas del fondo que nos susurra el mar, el oscuro inasible de la estrellatura, ese lenguaje de inmensidades tan próximo a lo triste. Por eso entendemos la risa. Por eso la piel y el sueño, las cosas sin lógica, la locura de lo vivo, lo líquido. Con la intuición sabemos que el eufemismo es el lenguaje, que nada pasa donde nada tiembla. Es nuestro posible, nuestro improbable más inquieto, nuestro mejor. Es ese segundo en que la vida cambia durante un segundo. El instante en que las cosas merecen la pena, cuando merecer y penar parecen la misma encuesta. Es la emoción convincente, la embriaguez con su primavera de vino.   

viernes, 2 de mayo de 2014

LA MEMORIA

El músculo pesa como una tarde de sueño y alguien pisa tu cansancio. En esa fiebre de polvo –tos y lejanía- se acaba la claridad. Alguien se parece a ti, el parentesco de aquel dibujo que nunca serás. Soledad tras soledad hasta la desolación, esa limpieza de la memoria. La lluvia muestra más de lo que luce. Viste el eufemismo con la prisa del deseo. Lloramos cuando la palabra se agota –los niños somos así- cuando las razones de mi casa ya no sirven, cuando la farsa de los relojes se para el músculo se tensa. Pierdo el calor y las calles raspan. Las rapaces caen en picado sobre jirones de asfalto caliente. El crimen llena las bocas, el hambre sacia la sed. No quiero jugar a la culpa y no pienso volver a la nada. Hay líneas sin retorno, lugares donde se toca la sombra con los dedos.