martes, 22 de septiembre de 2020

EL PARAÍSO PÓSTUMO

Eduardo es traductor y por eso llama a la España póstuma: El paraíso difícil. Moga traduce, con su lenguaje cristalino, las extremeñías destiladas por la mirada de Berlanga que le escribía Azcona. Eduardo es poeta, y por eso anda con su linterna iluminando ángulos imposibles.

Los que seguimos su blog Corónicas de Españia, ya habíamos leído este libro en las diferentes entradas que lo conforman, pero sorbido del tirón se da uno cuenta de la importancia del retrato. Moga hace el Dorian Gray del camalote, dibuja el arrastre mental de la dehesa, el paisanaje de surco que vacía los museos y convierte los teatros en festivales.

Eduardo Moga se me antoja un George Borrow sin más Biblia que sus ojos. Lo más parecido a los viajeros ingleses del XIX que nos ha traído el XXI. Describe nuestra zozobra con el sonido de la tinta que luce en el reflejo del agua de su prosa. Deja correr ese líquido durante quinientas páginas y sale esta obra que se mete en todos los charcos. Moga, con su literatura líquida, se convierte en el zahorí del baño del que no puede privarse porque es “medio anfibio”. Aquí se marca la sociología del pantano bailando el vals del embalse. Solicita la carta en el “Restaurante R.” y pide la cuenta a la Junta.

A EM no le hace falta esta reseña de mierda, él ya lo ha hecho todo en la literatura. Quien quiera entenderlo que lea su currículum. Yo leo sus libros aunque no puntúen en las subastas. Llegar a dirigir la Editora Regional y el Plan de Fomento de la lectura por concurso, tiene su guasa. Vivimos en el meritaje de la compra como buenos mercenarios.

En el Mercadona del currículum pedimos un kilo de doctorado, medio de máster y cuarto y mitad de Rey Juan Carlos. Así, ya va uno tranquilo por la vida sin más valía que el carné de un partido pareado.

España mola que te cagas, y el culo patrio es lo que Moga llamó por educación El desierto verde que no es más que la versión poética de este paraíso difícil. Por aquí desfilan Cáceres, Badajoz y Mérida haciéndose la cruz de Cánovas como si fuera la memoria histórica de un Trujillo del siglo XXI.

Ferias del libro, museos, restaurantes (Eduardo tiene algo de Cunqueiro), poetas/poetastros, actos culturales y alojamientos rurales. El chaval del porro, el contrabando de tabaco y la anécdota del esperpento. La guardia civil, el chófer Melitón y un reguero de silencio que calla (por si vienen a por caldo) que durante siete años le han ocupado la mochila. A Moga, como buen traductor, hay que saber traducirle. Saber leer las omisiones del respeto catalán del punto y final.

A mí lo que más me gusta es cuando se olvida de sí mismo y se pone mordaz. Cuando hace la radiografía cultural de la Región en Las razones de una dimisión o Los hábitos de lectura (en Extremadura). Cuando vivisecciona la Sanidad en Anatomía patológica en el Infanta Cristina de Badajoz o señala el patetismo secular y la despoblación en De política: cosas (preocupantes) que pasan en Extremadura.

Por este libro campean Floriano, Margallo, Monago y los jeques de Vara. También el caciquismo cultural (no se pierdan Sobre libros de la ERE y criterios editoriales) que desmenuzó en una reciente entrevista en el diario Hoy, por si había quedado alguna duda.

Eduardo Moga, ha venido a hablar claro a la región del silencio. Y encima lo deja por escrito. Esta osadía pasará al parnaso de las letras que sobre Extremadura escribieron Felipe Trigo, Víctor Chamorro o Miguel de Unamuno. Lo que en audiovisuales ha hecho la gente de Libre Producciones.

Seguro que Manuel Cañada cuando se baja del megáfono de la Otra Extremadura lee libros como este, escritos tan en silencio. Al final la Extremadura saqueada es el propio Ruedo Ibérico. Y lo mismo da que se llame Valdecañas que Gürtel porque los pantanos son los ríos que van a dar al hoyo 18 de la Justicia.

[El paraíso difícil por Eduardo Moga. - Barcelona: Godall Edicions, 2020]