jueves, 30 de diciembre de 2010

EL PERFUME

Y de repente amanecen los horizontes con las manos extendidas. Hace frío, a veces nieva. Pero las manos se tienden como lagartijas inmensas con piel de pétalo. Todo un olor capturado para la tibieza. Es algo poco frecuente lo que está pasando con las manos. Pasan de ojos a rodilla para convertirse en manos crisalientes, como de una primavera extraña. Estas manos no son de este invierno. Van tapando las luces de las bocas, rasgan los envoltorios de la piel para buscar el fondo. Poco a poco, sin lenguaje. Son lombrices de ternura que sugieren otras cosas, otras melodías, otras posturas. Son larvas que gimen al encuentro, a la lana de la palabra, al reducto tibio de los ojos cómplices. Algo pasa.

jueves, 16 de diciembre de 2010

LA RÚBRICA

Suelo soñar a tientas para no aferrarme al ombligo de la tinta. No quiero pensar que soy yo quien la tiene más grande y el nene más guapo. Pero hay veces que se tiene que sacar a pasear al perro por mucho que llueva humo porque si no se caga en el pasillo que es el lugar de las cosas importantes. Ser tonto pero no parecerlo. Incumplir con la rúbrica del banco, negarse a defecar a plazos por aquello del ahorro. Lo urgente se nos calienta tanto que no podemos negar que es nuestro cumpleaños, que tenemos que ir al dentista, que debemos ir guardando la salud para el domingo y darle importancia a peinar al gato. Así, vamos dando forma al cuarto oscuro de la soledad, enriqueciéndola con ruidos, con los bolsillos llenos de ojos y una gotera insomne de semenes de gato. Ya no exijo la luz para andar los días pero que no entren en mi cuarto con delicadeza, también la dulzura es violenta. Ya hay momentos en que vengo hablar de mi libro. De bondad también se mata.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL OJO

Desato la mordaza de la presencia con el silencio. Menos mal que sabemos que la poesía es un sueño convulso que cesa ante la mirada vigilante de la gente. El ojo es anarquía. Las miradas son vigilantes si son de la gente. Pero yo sé cual es tu nombre, cómo duermes. El resto me lo cuenta una mirada esquiva, una mirada que dice he sido yo, no me preguntes. Las miradas hablan en el ojo por ojo del misterio. Lo otro es jugar a la gallina ciega del deseo, dejarse llevar por los bultos. Yo al ojo lo que le pido es una mirada. Colarme como un gusano antes de que gire el párpado hacia otras cosas. Una vez dentro ya todo es un palpar de carnes, gemir el aire, jadear palabras sin sentido. Dentro del ojo se está pendiente de todo menos de la pupila caprichosa del color. En el ojo todo se tensa como una erección de líquidos. El ojo nace por la oreja, como el sueño mana de la saliva. El ojo tiene piel de cuello a lo largo de su espalda. El sexo se le aparece cuando se le insinuan las caderas en un párpado lento. En la presencia silenciosa de los ojos se queman las mordazas de lo esperado. Poco importa el qué dirán, tu padre o tus amigos. En el ojo se tiembla.

LAS ESPALDAS

La palabra pide una mano pero solo encuentra el eco de los brazos, el muñón del sonido. La mano pide una mano, pide una palabra, pide el sosiego con que calmar la sensación de lloro que bulle en la cabeza. No encuentra las grietas del llanto porque solo busca el consuelo, desesperadamente, como el dolor inconsolable de los hijos muertos. Y pide una palabra y reclama una vocal y suplica un sonido, sugiere una mano y le tienden un cuchillo y en el filo de su caricia brota la sangre como una sed suave de lágrimas. Como queriendo buscar el calor del sol que ciega, acude a los libros y encuentra agendas. Pide la espalda y no hay espalda. Pide la cara y no hay espalda. Reclama presencias y sólo hay espaldas lejanas que sudan oscuridades y hablan bajito como las viejas en los colegios, como en los cajones de las mesillas de noche donde se guardan los rosarios y las rosas. Reclama la podredumbre de las rosas, los candados de alcanfor, y una ráfaga de viento roto le escupe la nada a la cara. En el epicentro mismo del macabro silencio quiebra su garganta en un catárquico grito y él, no es ya capaz de oirse, mientras Todo le mira.

sábado, 11 de diciembre de 2010

EL OJO DEL COCODRILO MUERTO

La mermelada como el café, sabe a sesos de estiércol líquido con que se riegan los sosiegos. El dulce es un sabor que arrancaron de mi lengua, y eso, se nota en los ojos. La yaga es evidente, supura, las moscas se posan como en un ojo africano, como en un ojo de caballo, como un ojo de cocodrilo muerto. Los dedos son llamas que juegan al rescate entre el humo de la noche. Sin ojo no hay foto. Al leño de la mosca hay que conjurarlo, ponerle los pañales, taparse los ojos si se desnuda. En el ojo está la confitura de frambuesa y las tuercas de los días. Hay empeñones de sal en lo perdido. La mermelada recupera las tuercas de los días para el ojo. Las pestañas le dan su firma, su toque poético para que espante las moscas caballunas, los buitres y otros polvos que hacen llorar. Yo no quiero cuencas sin ojos, no quiero días sin mermelada, no quiero abonos urgentes. Hay un todo que viene de los cajones verdes del pecho de una abuela donde se conjuran los secretos. Es el misterio trágico de las nanas, que gimiendo la sordera avinagrada de los niños sordos, olvidan que los ojos nacen a través de los oídos.

viernes, 10 de diciembre de 2010

EL RIZO

Y de nuevo el rizo sobre tu piel de charco. Y en ese remanso de crepitares se erige un cuello y una enorme vagina vigilante con su ubicua piel como un oxígeno. En ese líquido pasan cosas. Los ojos nadan desnudos para que unos ojos vayan a masturbarse en otros ojos, y más ojos prosigan su orgía de carmín. Son las horas en que todo se tensa y vuelve la melancolía del futuro, la vida del fin de semana. Bajo el maquillaje se adivinan las primeras tristezas. El furor quema las berruguitas del tabaco, los pezones maduran en invierno porque supieron regarse en verano, hasta una rajita se encapricha del vientre, lamiéndolo. Entonces surge el miedo y todo vuelve a ser una verbena con su melodía de despedida y su madrugada de roces encontrados. Comienzan las promesas de paseos revolviendo manzanas con los pies, las deudas de cartas, escríbeme, llámame, cuelga tú. Y así, esperando que regrese la calma, vuelvo a tu mano, la mano, para que espante mis temores.

jueves, 2 de diciembre de 2010

LAS CEBOLLAS

Toda en ella se revuelve hacia sí como un erizal de conducta que juega al intercambio. Pero yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa, nací muerto, etc. Voy a lo mío de lo nuestro. Que su parte sea. El oxígeno se alimenta de las bacterias por eso yo no escucho el ruido de unos tejidos caducos que mueve el corporativismo del pijama. Me cuelo por el agujero del silencio en que anido y desemboco de nuevo al alfabeto. Otra vez a esperar a que se enfríe la sopa. Y entre la almohada ridícula del más siempre, una absurdidad de tiempo descolocado siguiendo el segundero del adelante. Las pipas se acaban, el Barça gana 5-0 y Sara Carbonero se ha puesto tetas, aunque no se note. El ojo se ha vuelto para mirar a su hijo antes de que se haga mayor pero todo muere por mucho que suban el alquiler de los contratos. Y luego jugar a la nostalgia para borrar el futuro de tardes lluviosas en paseos sin manos ni hombros. Sólo un rosario de pasos perdidos que se encuentran en el camino que ya no es camino porque todo es carretera y hasta, oh progreso, autovía. Y en esta autovía de cebollas, alguien vendrá, sabedlo, a conjurarse en la lágrima de los que nos quisimos iguales.

CÁCERES

Esto tiene más de subvención que de ciudad. En la calle hay una ausencia de militares y funcionarios (de prisiones y profesores son el eufemismo) que vigilan por los ventanales a una turba de repartidores que aparcan en doble fila y tocan el claxon. Son la criada que les lleva el pan y mete gas a la caldera. La presencia es de jubilados, pueblerinos de médicos, papeles, y otras fotocopias por el estilo hasta configurar la estadística del aquí no pasa nada. Son ciudades estado que lo que hacen es dar de vivir al funcionario aunque no funcione nada excepto el cobre y rasga. La frontera pide una garita y aqui se llama Cáceres y en Badajoz se llama Mérida. Una juntura de perineo estatal que no fertiliza porque la esterilidad no se cura arrancando olivos ni vendiendo postales de fin de semana. Luego está la universidad que es un ansia de Madrid con bailes regionales. Hasta la lluvia, hoy, parece un fondo perdido.