La compañía es otro imposible. Es la
presencia quien se impone. Por eso el concierto, el selfie y el trofeo. Por eso la biblioteca frente al Kindle y se guardan los
dibujos del crío. La presencia responde al ahora del cariño (el
amor tiene su intestino). La compañía es otra lejanía, otra
mentira con cremallera. La presencia es un abrazo callado, un manto
de padre con la ideología en el hombro. Compañía suena a negocio,
a frase de yoga, a un domingo coñazo con gente odiable. Suena a
viaje de avión, a empresa de cuñados. A la compañía le pesa
demasiado la eñe, mucha fama para tan poco hiato. La presencia es un
pavo real en el salón. La belleza cotidiana del peseatodo. El pavo
se caga y canta en agudo, a la biblioteca hay que pasarle el plumero
pero tiene memoria. Sin recuerdo no hay existencia. Existimos porque
nos acordamos de estarlo. Sólo sé porque me acuerdo, que diría
Sócrates. La presencia es “El aire de las colinas” de Rulfo. La
importancia del otro. La presencia tiene un pase de lista cotidiano,
una conducta, un ejemplo. Compañía suena a batallón, a la guerra
de la convivencia, a la trinchera del silencio, a chantaje emocional.
El chantaje emocional funciona si nos dejamos. Es un egoísmo
proyectado a través de la culpa. Sólo funciona si funcionamos, si
dejamos que la emoción siga su hábito, su negocio, su iglesia. Hay
que levantar presencias -en mi soledad vive mucha gente- sentir
frente a tocar. Elaborar mentiras, pasearnos eldonquijote, etcétera.
La compañía, como verdad, tiene el molino muy corto.
jueves, 19 de julio de 2018
martes, 10 de julio de 2018
EL TRATO
“Ojos que se
quieren bien
Aunque se
miren de lejos
No son ojos
sino espejos
Donde las
almas se ven”
Diego de
Silva y Mendoza
Uno se traba
con la gente como se traba un jersey en la punta de un saliente. Se engancha de
una risa, de un carmín, de un filón de sorpresa que a estas edades ya es. Pero
cuando uno vuelve para ver, se da cuenta que el clavo sobresalía por un mal
remate y que el enganchón nos ha hecho un siete y seguimos caminando como si
nada. Así las personas. De repente alguien sin conocer, y depositamos nuestra
necesidad de misterio en ese mito que dura media hora. El enganchón es como el
deber de socorro del trato. Aquí Falote aquí Fulano (que se me note la paridad)
y como uno está un poco harto de Mengano pues se ilusiona. Hasta la basura
agrada cuando llega en forma de contrato, pero a la semana el mileurismo mental
no da para más prueba que la emancipación del piso compartido. Decía que el
mito dura media hora. Luego se repite peor, siempre se fracasa peor por mucho
que diga Beckett. La repetición tiene un dolor cansado por limitante. Esa
realidad de saber que tu hijo es tonto para siempre. La ilusión depende de
nosotros, por eso existe la pesca y el Atlético de Madrid. Por eso las
vacaciones, el fin de semana y el cumpleaños. Por eso el regalo, el hijo, el
padre y las graduaciones. Por eso el luteranismo del selfie. A veces el
enganchón se embarulla y ya tenemos matrimonio para toda la vida porque en ese
tejer y destejer se encuentra el mecanismo de la madeja y ya, pues preferimos el detergente de toda la vida, por mucho que venga Luzil con sus milagros. Somos el ansia de un nido que se paga a plazos. Para entonces el
viaje, el encuentro, el chiste y el cubata, van perdiendo el hielo y se aguan
como una tarde de verano. Pero uno sigue con sus jerseys y hasta pone un
ejército de puntas por los codos para perfeccionar el catálogo del socorro,
convertirse en un experto de los primeros auxilios, de la chanza y el convite
de embutido. La traba es el fractal del amigo. Cuando se repite hay que fijarse
en los matices para desollarlo. Conocerle más que él mismo. Por eso el poeta se
lee como un narciso versificado. La imagen se la suda pero el verso le desnuda
frente al espejo de las sombras para verse mejor. Y entiende las sutilezas del
ojo en pose. Y mira a Paco como si se mirara a sí mismo y encuentra el bisel de
la conducta y todo le agria un poco. El enganche, desenreda esa acidia de la
conducta. El escéptico no es más que un actor que odia el Happyend del nihilista
ahorcado. El encuentro es compartir la noticia en Facebook, darle al megusta
del contacto. Es una traición pequeña como ir al McDonalds. Algo que nos
permite entender mejor a la abuela y su canario. El otro es una excusa para
traicionarnos un poco. Ser un loqueodiamos justificado. Por eso nadie aguanta
una pureza. Y vamos mendigando encuentros para contradecirnos, jugar al eco de
los disfraces, completar la paradoja que nos convierte en humanos. Y odiar al
prójimo como a nosotros mismos.
viernes, 6 de julio de 2018
LA DIOPTRÍA
Placeres sencillos, pleonasmo complejo.
La barbarie de lo posible.
La relajación como estímulo.
Impostura, poesía pura.
La dioptría soy yo.
La vanguardia se coge arrastras.
Tiene cara de cumplir sueños.
La endogamia dice sí.
La biología como ideología.
Querer y creer, sinonimia vaporosa.
miércoles, 4 de julio de 2018
EL YOGA
“Ya ni septiembre importa”.
JSP
JSP
Qué hace septiembre de rodillas. El cambio climático no es
más que un precipicio precipitado. No le damos tiempo al caos, ni al sol ni a
los cometas. Nos cargamos el romanticismo de la biología con el litro de súper,
que siempre sube en verano. La súper sube como un termómetro que maneja la CIA,
que es quien da temperatura a la historia. Somos la ceniza de un pinchazo de
teléfono, inútiles de nosotros mismos porque ahora rubricamos la confesión con
un tequiero, un selfie y un emoji que tira besos. Somos gente agradecida. Somos
la pared vista desde dentro, la presión del barrote que no percibe la reja.
Somos un ocaso encerrado en su eclipse, que agradece el fresco si viene y el
calor porque sienta bien la cervecita. Que me devuelvan mi septiembre, con su
bajón y su coleccionable. Este sucedáneo, esta forma de lazo, estas pre-rebajas,
este turrón de octubre no me dice nada. Se me antoja como “lasemanadelchubasquero”
del Decathlon. Pero el calor va lo suyo, no sabe de termómetros y cuando llega
septiembre comienza el colegio y el yoga. El yoga es un colegio de madres del Quelle
y padres adúlteros que se conforman con la miranda. El yoga prolonga la fantasía
de Mañanaria, esa ínsula a la que nadie pregunta porque sabe la respuesta. La
respuesta es la temperatura del absurdo que deja frío por calor e indiferencia.
Septiembre está de rodillas como un premio Nobel, como los sanfermines
esperando al toro y los jueces. La CIA necesita septiembre para olvidar que
Trump no importa, que Obrador no importa y que la temperatura tiene su propio
tiempo, que incluso la CIA juega al caos como el LSD con los ingenieros de Sillicon
Valley. Julio –el imperio es el imperio- viene de Roma, de cuando el mundial de
los leones. Por eso este frío me deja indiferente.
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