jueves, 19 de julio de 2018

LA PRESENCIA

La compañía es otro imposible. Es la presencia quien se impone. Por eso el concierto, el selfie y el trofeo. Por eso la biblioteca frente al Kindle y se guardan los dibujos del crío. La presencia responde al ahora del cariño (el amor tiene su intestino). La compañía es otra lejanía, otra mentira con cremallera. La presencia es un abrazo callado, un manto de padre con la ideología en el hombro. Compañía suena a negocio, a frase de yoga, a un domingo coñazo con gente odiable. Suena a viaje de avión, a empresa de cuñados. A la compañía le pesa demasiado la eñe, mucha fama para tan poco hiato. La presencia es un pavo real en el salón. La belleza cotidiana del peseatodo. El pavo se caga y canta en agudo, a la biblioteca hay que pasarle el plumero pero tiene memoria. Sin recuerdo no hay existencia. Existimos porque nos acordamos de estarlo. Sólo sé porque me acuerdo, que diría Sócrates. La presencia es “El aire de las colinas” de Rulfo. La importancia del otro. La presencia tiene un pase de lista cotidiano, una conducta, un ejemplo. Compañía suena a batallón, a la guerra de la convivencia, a la trinchera del silencio, a chantaje emocional. El chantaje emocional funciona si nos dejamos. Es un egoísmo proyectado a través de la culpa. Sólo funciona si funcionamos, si dejamos que la emoción siga su hábito, su negocio, su iglesia. Hay que levantar presencias -en mi soledad vive mucha gente- sentir frente a tocar. Elaborar mentiras, pasearnos eldonquijote, etcétera. La compañía, como verdad, tiene el molino muy corto.

martes, 10 de julio de 2018

EL TRATO


“Ojos que se quieren bien
Aunque se miren de lejos
No son ojos sino espejos
Donde las almas se ven”

Diego de Silva y Mendoza

Uno se traba con la gente como se traba un jersey en la punta de un saliente. Se engancha de una risa, de un carmín, de un filón de sorpresa que a estas edades ya es. Pero cuando uno vuelve para ver, se da cuenta que el clavo sobresalía por un mal remate y que el enganchón nos ha hecho un siete y seguimos caminando como si nada. Así las personas. De repente alguien sin conocer, y depositamos nuestra necesidad de misterio en ese mito que dura media hora. El enganchón es como el deber de socorro del trato. Aquí Falote aquí Fulano (que se me note la paridad) y como uno está un poco harto de Mengano pues se ilusiona. Hasta la basura agrada cuando llega en forma de contrato, pero a la semana el mileurismo mental no da para más prueba que la emancipación del piso compartido. Decía que el mito dura media hora. Luego se repite peor, siempre se fracasa peor por mucho que diga Beckett. La repetición tiene un dolor cansado por limitante. Esa realidad de saber que tu hijo es tonto para siempre. La ilusión depende de nosotros, por eso existe la pesca y el Atlético de Madrid. Por eso las vacaciones, el fin de semana y el cumpleaños. Por eso el regalo, el hijo, el padre y las graduaciones. Por eso el luteranismo del selfie. A veces el enganchón se embarulla y ya tenemos matrimonio para toda la vida porque en ese tejer y destejer se encuentra el mecanismo de la madeja y ya, pues preferimos el detergente de toda la vida, por mucho que venga Luzil con sus milagros. Somos el ansia de un nido que se paga a plazos. Para entonces el viaje, el encuentro, el chiste y el cubata, van perdiendo el hielo y se aguan como una tarde de verano. Pero uno sigue con sus jerseys y hasta pone un ejército de puntas por los codos para perfeccionar el catálogo del socorro, convertirse en un experto de los primeros auxilios, de la chanza y el convite de embutido. La traba es el fractal del amigo. Cuando se repite hay que fijarse en los matices para desollarlo. Conocerle más que él mismo. Por eso el poeta se lee como un narciso versificado. La imagen se la suda pero el verso le desnuda frente al espejo de las sombras para verse mejor. Y entiende las sutilezas del ojo en pose. Y mira a Paco como si se mirara a sí mismo y encuentra el bisel de la conducta y todo le agria un poco. El enganche, desenreda esa acidia de la conducta. El escéptico no es más que un actor que odia el Happyend del nihilista ahorcado. El encuentro es compartir la noticia en Facebook, darle al megusta del contacto. Es una traición pequeña como ir al McDonalds. Algo que nos permite entender mejor a la abuela y su canario. El otro es una excusa para traicionarnos un poco. Ser un loqueodiamos justificado. Por eso nadie aguanta una pureza. Y vamos mendigando encuentros para contradecirnos, jugar al eco de los disfraces, completar la paradoja que nos convierte en humanos. Y odiar al prójimo como a nosotros mismos.

viernes, 6 de julio de 2018

LA DIOPTRÍA


Placeres sencillos, pleonasmo complejo.
La barbarie de lo posible.
La relajación como estímulo.
Impostura, poesía pura.
La dioptría soy yo.
La vanguardia se coge arrastras.
Tiene cara de cumplir sueños.
La endogamia dice sí.
La biología como ideología.
Querer y creer, sinonimia vaporosa.

miércoles, 4 de julio de 2018

EL YOGA


“Ya ni septiembre importa”.
JSP
Qué hace septiembre de rodillas. El cambio climático no es más que un precipicio precipitado. No le damos tiempo al caos, ni al sol ni a los cometas. Nos cargamos el romanticismo de la biología con el litro de súper, que siempre sube en verano. La súper sube como un termómetro que maneja la CIA, que es quien da temperatura a la historia. Somos la ceniza de un pinchazo de teléfono, inútiles de nosotros mismos porque ahora rubricamos la confesión con un tequiero, un selfie y un emoji que tira besos. Somos gente agradecida. Somos la pared vista desde dentro, la presión del barrote que no percibe la reja. Somos un ocaso encerrado en su eclipse, que agradece el fresco si viene y el calor porque sienta bien la cervecita. Que me devuelvan mi septiembre, con su bajón y su coleccionable. Este sucedáneo, esta forma de lazo, estas pre-rebajas, este turrón de octubre no me dice nada. Se me antoja como “lasemanadelchubasquero” del Decathlon. Pero el calor va lo suyo, no sabe de termómetros y cuando llega septiembre comienza el colegio y el yoga. El yoga es un colegio de madres del Quelle y padres adúlteros que se conforman con la miranda. El yoga prolonga la fantasía de Mañanaria, esa ínsula a la que nadie pregunta porque sabe la respuesta. La respuesta es la temperatura del absurdo que deja frío por calor e indiferencia. Septiembre está de rodillas como un premio Nobel, como los sanfermines esperando al toro y los jueces. La CIA necesita septiembre para olvidar que Trump no importa, que Obrador no importa y que la temperatura tiene su propio tiempo, que incluso la CIA juega al caos como el LSD con los ingenieros de Sillicon Valley. Julio –el imperio es el imperio- viene de Roma, de cuando el mundial de los leones. Por eso este frío me deja indiferente.