jueves, 27 de septiembre de 2012

EL VIAJE

"La luz es el hueso de los ojos".
Gregory Corso

La oscuridad hace nítida las claridades. Es el brillo de una lengua negra. Nadie puede deshacer su tela de araña pegajosa, su sigilo de papel trasparente, de entretenidas manos que frenan tu tiempo. Has regresado con el impulso de la pérdida. Has llenado el vaso de los límites. Rebañas con la cuchara el hueso de los ojos pero la luz ¿Dónde se ha ido? Como un recuerdo de una velocidad sin dueño, pesadilla de restos por canalones secos. No se puede distraer la sangre porque la emoción no es un niño al que mentirle la vida. Se llora de golpe, cuando todo y siempre comienzan a rondar tus labios. Mañana amanecerá el fuego del tiempo con el nada y nunca sobre la cama. Algo pasa cuando no se mira al cara a cara. Las verdades gimen las entrañas del sonido y la boca es ya una mueca extraña que no engaña a nadie. Dilata las nubes. Al final llueve como quien despide el llanto desde la ventana del amor. Ahora sé que septiembre comienza como un verano y que esto no es más que un otoño repetido. La estación rota donde buscarnos los huesos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

EL TACTO

Algo brilla sobre el cariño. A veces un diente, a veces un carmín desconocido. Tu belleza se vuelve nítida cuando llega la niebla. Andas por el lenguaje de los gatos -letras de aire, caricias retóricas- erguida por el más que no roza los jarrones. La mecha sigue, tus pies de carne sobre algodón, consumen miedo que cruje dentro. La bomba está preparada. Más –no fui yo ¡lo juro!- dicen los horarios, sigues llegando con el mar afuera. Estás loca de labios. Tienes un tacto de alas, un vuelo de nidos. Eres mi soy, lo dije. Contigo todo ocurre después en una rabia de olvido. Me besas como si nunca y vuelvo a remover el alfabeto. Sigo soplando espumas que excusen lo rotundo del te quiero. Te pido perdón aniñando mis muertes. Seguimos en la cárcel de las emociones cotidianas.

martes, 11 de septiembre de 2012

LA CUCHARA

Es el cemento de los días. El tacto áspero del silencio sobre la cama. La química gris de la última cerveza baila sobre lo triste. El sonido ha vuelto a encogerse, de nuevo las calles como cuartos de fiebre. Las mejillas frías besando atardeceres como una nostalgia repetida. El dolor es más intenso porque arrastra las morrenas del tiempo. Sacudimos el viaje para aguantar las sobremesas, los años, lo que la salud quiera. Dentro del jersey vive el hijo de la infancia. Es el niño de las lloradas en los espejos mudos de noviembre. Llanto aburrido de losa y uva. Domingos que inundan los momentos oscuros. El beso y la mejilla, tajos fríos de papel blanco. La mejilla es una saliva de viejo, en los bosques de lana vive desnuda. Enredadas tibiezas de lenguas escupen. En el fondo del nylon larvas de orejas. Hay hileras de autobuses como procesionarias que vuelan hacia tierras más cálidas. Migran hacia despedidas rotas donde comenzar la monotonía del amor. Es el jolgorio que produce cuando nace una cuchara.

martes, 4 de septiembre de 2012

EL BUCLE

A los que siguen creyendo en la catársis de la fiesta.
A Fernando y sus granadas. 
A los Boikupas. 
A mis hermanos Abel, Saúl -que la disfruta como nadie y como siempre- y a mi hermano Pablo.

Viene después como una continuidad, como un beso que arrastramos desde la primera oscuridad. Septiembre es la pérdida porque llega lo nuevo que suele ser lo de siempre. Hay una inocencia en las tardes y un recuerdo de chaquetas. Vuelven las otras veces. Regresa el cansancio, madrugadas cogidas por el cuello, siestas sin fiebre con mantas de angustia. Agachamos la cabeza para mentirnos los relojes. Volvemos al sálvese quien pueda de los días. Alguien ha chupado el calendario y tocamos las hojas sin notar la saliva. Hay una melancolía de labios y palabras sin hacer. Septiembre es lo que nos queda de árboles. Sin embargo, el aire huele todavía. Algo sigue pasando en los minutos azules del humo, en las tragedias compartidas de la risa por la risa, en el bucle cínico de la alegría caótica. También la carcajada evoluciona para no quebrarse en muecas de polvo. La tersura –ese filo- justifica la arrogancia de las úlceras. Si duele es que cambia y septiembre nos duele como una adolescencia repetida.