viernes, 30 de abril de 2021

EL AVANCE

La noche avanza cuando llegan las hormigas. La tristeza perfila la soledad que el día oculta con su movimiento. Cada hormiga trae su pedazo de idea a la guarida de la memoria. Una porta un beso caído, otra una legaña de culpa, hasta formar un hilo que vibra por las baldosas de mi ojo. Es la niebla del sueño, un desmayo inverso, la lucidez sonámbula que sale del escondite de los objetos. El rencor de las ventanas, lo que pensamos y no hicimos, lo que no vendrá e imaginamos sin contárselo a nadie. El hormiguero late de sueño en esa penumbra consciente que despierta para mentir y preguntar por todo lo que las hormigas callan. Cuando la noche avanza se abre la intuición de la oscuridad que tantea las paredes. Miramos los objetos con nuestros ojos de hormigas, como si la mirada fuera una antena alucinada que no reconociera esa foto que fuimos. Una lluvia de hormigas suena en el tejado y entra, con su rumor opaco, al oído que se tapa con la mano. Los minutos son hormigas, las sábanas, la gente. La mano es un nido de hormigas que buscan un orificio para alimentarse. Pisamos la idea para formar el caos, y los besos tropiezan con fantasías de esmalte. Pedazos de olvido con migajas de futuro, se arremolinan y se suben a las hormigas justas y delicadas que se detienen. Cabezas que se incrustan por el abdomen en un marasmo de brillo oscuro y charol. Como un revoltijo de lóbulos, clípeos y labros que se tantean el escape de la vida. Una marabunta delicada, una cadencia de párpado que devora pestañas. Al poco, el cordel vuelve a tomar su forma y recupera su flujo como si fuera una mañana cualquiera. La cáscara de un verso, la semilla de una caricia, la simiente de un crimen, enfilan el triste cordel. La noche avanza.

 

jueves, 29 de abril de 2021

EL DELIRIO

Ojos de carmín.

Tortilla revolucionaria.

La muerte tenía familia.

Sadismo delicado

Huía hacia dentro.

Esmalte de años.

Vacunado tragaba mejor.

Quién bautiza el delirio.

viernes, 23 de abril de 2021

LA BANDA

Me ocurre a veces -dura un instante-, que giro la vista atrás y parece como si los recuerdos chocaran de súbito en mi frente. Como si detenerme un segundo trajera el pasado de golpe y al volver la vista a la mirada, ya tuviéramos el desván de las emociones, sentadas en nuestra cabeza -otra vez- con los cubiertos en la mano pidiendo memoria. Las primeras veces desasosiega, como si notásemos que se nos muere el gato, que algo le pasa a la planta que no tira, como si percibiéramos con claridad cada una de las traiciones que no vimos. Recogemos la mesa gracias a los pensamientos cotidianos, hasta que vuelve el canibalismo del pasado a pedirnos su carnaza. A veces me asomo al menú: entrantes de orgasmos que saben a casquería, fideos sexuales faltos de sal y un postre de leche frita. Mejor ni tocarlo. No sé cómo va esto para la tensión. Hay gente que no conozco sentada en la mesa, que ya son parte de la familia. Desde hace unos años, el banquete ha cambiado. Los comensales tienen voces nuevas que me llaman con su palabra negra de plato hondo. Ahora no hace falta que gire la cabeza para toparme con mis cosas. El médico dice que son cólicos de olvido y que vomite el futuro cada ocho horas. El comedor es una jauría que levanta la mano de la metáfora. "Me cuajan las imágenes cada vez que dejo el ojo tranquilo, doctor", le digo sin que pregunte, como una vejez prematura. Me han dicho que repose y como necesito tiempo para escribir lo que pasa por aquí, he dejado la banda que tenía. Sin embargo, algo me empuja. Será la folclórica que llevo dentro que canta por Manzanita cuando dicen que diga treinta tres mientras saco la lengua. No hay manera. Ya tengo otro grupo. Se llama El muerto es Bruce Willis.

sábado, 17 de abril de 2021

EL PALIATIVO

Gilipollez curricular.

Encierro exterior.

Luz inflada.

Insultaba tolerancia.

Calidad desechable.

Relaciones paliativas.

martes, 6 de abril de 2021

LA QUÍMICA

La mirada se llena de ojos como césped que pregunta. Cada sombra con su matiz, cada pétalo su movimiento. La vida muestra su misterio inabarcable y el ojo cierra el libro de golpe. Abro el ojo y un caos fluorescente se llena de vértices. Cierro el ojo y vuelve la calma. Vivo en la doma del lenguaje, en la ocasión fallida de la erre. Sigo en la autopsia del granito, en cómo sufre el escalpelo mientras se abisma en el púrpura. También sufre el agua. Los charcos me miran con pena de mar, con el rumor con que rema la ola su rotura de playa. A veces, el ojo se me escapa y se vuelve del otro lado. Y siento el cansancio del metal que sostiene las ventanas, y las entiendo. Entiendo que soy mi único, un límite que escucha a la estaca del hielo. Alguien que saborea el hueso de la caricia, que lo pasa por debajo de la lengua, una vez comido el tiempo. Y entonces su ojo brilla mejor y el lenguaje vuelve a su sitio. Cada letra es una hormiga que trabaja su emoción. Husmeo la feromona para encontrar otro lenguaje -esa dimensión de lo que ocurre entre las cosas-, el código que oscurece el amarillo y alegra las horas del sábado. Veo química en la música con que sangran los tequieros.

sábado, 3 de abril de 2021

EL LÁPIZ

El silencio tiene palabras contenidas.

Mitificaba para comprender.

El muro era certidumbre.

Esto, pregunta mejor.

Perdió los dientes como puntas de lápiz.