viernes, 31 de enero de 2014

LA PLENITUD

A veces el vacío parece satisfecho, pone su tiempo a sentarse en el sofá, a escuchar por escuchar a esas personas. A veces la tranquilidad ilusiona sin necesidad de esconder nada. Desaparecen los cuartos, la tinta no existe y los árboles orinan a los perros. La tecnología prosigue su hueco, su moderna forma de sentirnos solos. Cuando el dolor se ha ido y la comida está caliente, cuando encima de tu mano reposa otra mano, cuando el ojo por ojo de las miradas tiende a positivo, las cajas se esconden en los almacenes. Sobre el esqueleto de un árbol se posan los pájaros. Cantan primaveras con voz de noviembre. Y esta niebla –piensas- debe ser una caricia. Los tomates siguen en la nevera, las zapatillas debajo de la cama, las tijeras en su etcétera. Has reparado en el detalle pero el ahora te empuja a dominarte. Dormir y despertar no te asombra y los buitres parecen volar para salir en nuestras fotos.Y siguen llegando esas personas.

viernes, 24 de enero de 2014

LA SOLEDAD

Necesita agarrar su oído.
Reduce el tiempo a una mirada.
Pesadilla del ansia descalza.
Tiempo sin espejo.
Orgánica como un latido.
Tu tristeza.
Muñón que cabalga entre zarzas de entusiasmo.
Orgasmo de silencio en contra.
Cuando la palabra imagina su niño mirando los cajones.
Nuestro imposible.
Hacerse de alma.
Palabra abierta: cerca del qué lejos del cuándo.

jueves, 16 de enero de 2014

EL ALIENTO

Para Mónica que tanto crece.

La soledad necesita un eco al que agarrar su oído. Ser, necesita un puede ser para ser mejor. Por eso hay que pararse a distinguir el eco de las voces, ese aliento que huela a ventana. A veces toco su cara con mis manos de ciego dibujando el mapa de la piel. Sus ojos se abren como un ojo, con la fuerza de un pensamiento acumulado que necesita abrirse, primavera acelerada de los párpados. En ese silencio pasan cosas. Pasan tantas cosas que renunciamos al misterio y seguimos jugando a la piel, ese juego de hijos a los que ya nadie canta una nana. En la intimidad de aquel oído, pasó la sangre en su invisible, caliente y blando de mirada. Confundimos al tiempo, las madres y los dedos. Tocamos lo alcanzable. El aliento esperó a que la brutalidad se fuera para recordar el filo de las cosas que duran un instante.

martes, 14 de enero de 2014

EL CERCO

A mis hermanos Saúl y Abel

Yo nadaba por las orillas. Qué puedo decir. Eso que no se tilda, lo que no sabemos, esa sensación de las mañanas, a veces se concreta en un vaso, en el agua derramada del vaso, en el cerco del agua que el vaso deja en el mantel. A veces sentimos con claridad qué significa. Cogemos la niebla de la mano con la seguridad del niño que sigue a su padre. Seguimos la luz por su calor de sombra expandida, ese olor inconfundible del sol a lana y a madre. Yo nadaba por las orillas del verso con la tranquilidad de las islas. Paseaba por los suburbios del bosque, contemplando los chemtrails de la lírica, esperando las preguntas. La respuesta ha sido firme. El vaso ha crecido tanto que ya no podemos beber, ni podemos moverlo ni somos capaces de ver su cerco en un mantel que tampoco podemos quitar. El vaso creció tanto que se convirtió en otra isla. La isla regó el bosque hasta hacerlo enano y el paisaje se fue clarificando. Yo nadaba por las orillas del verso cuando alguien desató la despedida. Olas que llegaban de una historia olvidada poniendo el futuro sobre la mesa. La emoción sangrienta de la piel dejó su rastro como la saliva de un viejo en tu mejilla. Grité socorro porque yo nadaba por las orillas del verso y ahora trago el cadáver abandonado en nombre de la paz. El vaso de agua, como si fuera un faro, se inclina para llover las cosas del calendario.

miércoles, 8 de enero de 2014

EL PORCENTAJE

Para Mónica,
el único soy creciente.

Soportamos tanto la vida que estamos cediendo soledad. Estamos perdiendo el mal, lo feo, el instante negativo del todo, ese mejor posible. La niebla licuó el último niño que disipará el sol. Cuándo la nieve por los arrabales, dónde se olvidó un cartón. La memoria tiene su barro, caprichos de autobús, paragüas, halitosis. Sueño con melones encima de la mesa, tierra en las heridas, pedradas llenas de dolor inocente. El último niño con su niebla de la mano juega en compañía alucinada. Adultos en troquel, antenales de muecas, emociones rebañadas a cuchara para poner de punta la gomina, hacer de su fotografía un niño que se pierda en lo binario. Jugábamos al bien. Lo bonito -¿te acuerdas?- positiva la nada, ese peor imposible. Tú lo oíste: “¡Cuidado con la mandarina!”. Envoltorios peores se han visto cuando el notevayasacaer concluía la deglución. Detrás del filo suelen brotar los ojos de una madre llegada desde sonajeros de marzo. En la chimenea ha crecido una estufa donde se duerme el gato. Las manos se han vuelto rugosas como labios, como hermanos que se van donde les lleve el viento. La energía no se crea ni se destruye: se compra. Tanto soportamos la vida que no reconocemos la muerte, dice el ministro que subirá su 3 %.