martes, 29 de marzo de 2011

LOS BOTIJOS

De padres barriles,

hijos botijos .

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LOS BOTIJOS

José, -Josete el corto para los que le conocían- nunca fue muy espabilado. Josete peinaba cejas pobladas y un bigote pelusón de labio leporino. Tenía un hermano gemelo de sonrisa picuda del que sólo diferenciaban unas cejas en ángulo como dos diminutas gaviotas. La gente les confundía. Les llamaban los Josés. José 1 y José 2 para diferenciarles. Sus padres les educaron igual que al resto de sus hermanos pero ellos sólo se entretenían jugando a las pistolas. Les gustaba tocarse el ombligo y olerse el dedo, fétido y sudado. Eran muy limitados, digámoslo. Lo que vulgarmente se llama tontos. En el colegio nadie les ajuntaba porque se comían los mocos y no entendían los juegos. Siempre les ponían de porteros cuando tocaba fútbol. Todos se reían de ellos. Los únicos que les hacían algo de caso eran el delegado de clase y la profesora. Cándida Fernández Tocha era una maestra lacia, obediente del dinero con que los padres de los Josés subvencionaban el colegio. Ella les protegía y hacía callar al resto de los niños cuando se aburrían de sus torpezas y les insultaban. Los Josés se acostumbraron pronto a que el dinero solucionaba sus problemas. Llegaron a ser presidentes del gobierno.

"El sol sale por el oeste"Canal Extremadura Radio.

ENLACE DE AUDIO (en torno al minuto 20)

jueves, 17 de marzo de 2011

EL ATLETI

Se me adelantan las tragedias como premoniciones de domingos sin novia. Hoy ha sido abril. Abril se nota en el sueño, en la sobremesa tontorrona y en el fútbol del Atleti que gana de paliza como si fuera pretemporada. Abril es excesivo, es un claroscuro que Sorolla no sabe pintar y le sale otra cosa más de verano pálido, casi septembrino, mejor. Es un mes de lágrimas que trapicheamos con alergias para que nadie se dé cuenta de la tontería en que habitamos. El sol no huele todavía pero ya calienta. Acaban de encender el horno del hielo ahora que sabemos que el frescor viene de la sangre. La transición es cosa del viento. Va poniendo en orden el paisaje hasta que los cerezos se ponen americanos. Cambiamos las pilas de la mirada, cargamos la caricia, renovamos el tanteo de los roces. Volvemos a verle la gracia a las cosquillas, el tiqui taca de los besos furtivos, y sobre la encimera de la cocina un empellón de falicidio. Abril es un mes menopáusico, anciano y loco. Es el cambio de hora del armario, la dieta y el cariño. Hay que quitarle el polvo a la risa, limpiar el coche y cagar a pulso. Comprobar que seguimos eyaculando el el desierto yermo de las horas.

jueves, 10 de marzo de 2011

EL PAISAJE

Cuando cae el sol se cree en la astronomía. En el paseo de esta tarde plana donde las lagartijas no saben qué hacer los árboles pierden el sentido. Oigo los sonidos de los cuervos, los libios se parecen a los tunecinos, los sepultados a los anegados, las mujeres a los muertos, en un parecido insignificante. La agenda es un folio ensimismado que cuchichea palabras y se encierra en sí misma. La agenda es el folio de los pueblos. Un poco de sol y un poco de viento dan tinta a estas letras sin causa. A veces distraigo la mirada entre mis pensamientos, otras veces en el sonido amable de los pájaros que no reconozco y miro al horizonte disgustado. Así voy esbozando el paisaje literario de mi tarde de marzo. Mientras iba caminando, por lugares que nadie esperaba, he asustado a un hombre.

viernes, 4 de marzo de 2011

EL ANIVERSARIO

Alguien por las noches me habla con sonidos de cerraduras. Me va contando los lunares del genoma, compone ruidos de herrumbre, saciando la sed del cemento. El sueño cuaja -hoy que tan feliz está nevando- en el estallido craneal de las caídas. Bérgamo es una buena ciudad para suicidarse. Tiene la vitalidad necesaria del contraste, las vistas y la más importante de las caídas. En Bérgamo comía pizzas marzzianas a cinco euros con refresco. Hablaba en castellano con turcos de origen indhú que habían pasado por Vallecas. Para estallarse la cabeza contra el suelo sólo hace falta tener cabeza y tener suelo. Los suicidas suelen perder la cabeza mucho antes de empezar a tener los pies en el suelo y van navegando por el océano de la esterilidad hasta que la muerte les asesina. Los pasos pequeños e inseguros, el naufragio es un camino decrépito por el que transitan los perdidos. La nieve es un invento, el sol una máscara. Sólo en la oscuridad se ve claro. Donde las emociones tienen su terrosidad, su hastío. Es asequible como las cosas de segunda mano. Allí, en la intimidad de lo transitado, cuando los ruidos son ciegos, la mentira muta en lo único. Eso es, aquí está.