jueves, 23 de mayo de 2013

EL SOCORRO

La gilipollez es imperialismo emocional.

miércoles, 22 de mayo de 2013

LO DICHO

"A la inmensa minoría".
Juan Ramón Jiménez

La tibieza es la violencia arrolladora de las crueles mayorías. El número es una dictadura aplastante y a menudo irracional. Venceréis pero no convenceréis decía Unamuno. La soberbia nace de la dignidad de la conciencia que ya no está para malos tratos. La tibieza es el silencio cómplice de las buenas personas de la que hablaba Luther King. El asco manoseado por la lengua suripanta de los esquiroles. Para ser no hace falta más, se es o no se es, o eso decía Shakespeare. La mayoría necesita arroparse de su peor mutismo para vencer sin réplica. Acción u omisión consciente son la misma cosa, decía Anguita. No dejan ni disfrutar la fiebre que digo yo. La tibieza es radical, convencidísima por ignorante. Tosca, ególatra, solipsista -la tosquedad, César, la tosquedad- es la inocencia que asesina sin la culpa sangrienta de las palabras. "La gente, Jonás, ya no lee a Dostoievsky", dice Víctor. Es más fácil creer que pensar y siempre has sido un poco raro. Esta primavera, verde aplacado, lluvia tímida, me ha regalado una tormenta con su rayo de lágrimas que sabe lo dicho aunque no sepa por qué. Su desidia es un desierto de tardes llenas de hormigón, risas de frenopático sin cortes de cuauhtémoc ni espadas con sudor de pelo. Ahora hasta la violencia es un anuncio, un rédito sonámbulo, un violador que asesina la floresta. Pero uno ya sabe todos los cuentos que decía León Felipe y sabe que el miedo del hombre lo curan con el chantaje emocional. Digo sólo lo que he visto. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero sé más que la insignificante mayoría.

miércoles, 15 de mayo de 2013

EL AMIGO

A mi amigo Pablo Gadea.

La madurez debe ser un olvido de calendarios. El horario lo impone el capital, es el biorritmo del pobre, que necesita comprar el pan y hacerse el cocido cada mañana a las ocho. El horario es un poco la sangre lumpen que no aparece en la analítica que también se hace a las ocho. El calendario es la libertad vigilada, la ilusión necesaria de Chomsky, la esclavitud que mutó a servidumbre, el juguete de la ilusión. A esta podemos sobarle sin preguntar primero a la hermana menor del leucocito. Uno debe haber cambiado algo cuando el santoral le resbala como una cerveza recién tirada que se cae de un codazo de gentío. La cosa está clara: el calendario no es más que un codazo de gentío que te obliga a beberte la cerveza, así que he decidido tirarla. Con el horario por las nubes y el médico mudo, ando esperando al amigo como quien espera el milagro para darle mi ración de lástima, leerle un poco a Umbral, y decirle que le quiero. Ahora el amigo es lo único que reconforta, una vez que sabemos que no hay por qué llamarle ni quererle ni darle un beso. El amigo es la excusa, el sobre de cariño por debajo de la mesa. El amigo es un exceso de uno mismo que mira para otro lado. Amigo hay o no hay, lo de verdadero amigo es una cursilada de suripantas que derivan en amaneramiento afectivo que es lo peor, claro. El amigo es la mejor forma de enriquecer la soledad. La soledad no tiene espejo porque es un tiempo, el tiempo de la razón. La vida no es más que un egoísmo de la soledad. Esa soledad de derechas que engendra la vida y que ya no te reconoce. Por eso existe el miedo y por eso todos somos policías. El amigo es la soledad empática que se va el domingo y menos mal. Nos sentimos aliviados por su falta como un arrepentimiento del carácter. Nos ayuda a soledarnos. Todavía no ha llegado y ya tengo ganas de que se vaya.

martes, 14 de mayo de 2013

EL NORMAL

"No sabes lo que te pierdes".
 Alfredo Ramos

Tú no sabes lo que se pierde cuando se gana. No sabes la enorme cuneta que rebosa en esos caminos. Quien no sabe lo que se pierde es quien gana porque olvida. Ganar es la peor memoria, es un recuerdo invertido que acaba volviendo en forma de grito. Por eso quien gana no escucha porque no quiere oírse cuando estaba en la derrota. Lo peor de la desidia es su falsa constancia. La zoología es una maravilla de instintos que conforman la biomasa, lo normal para un perro. Lo tremendo por macabro es el eclecticismo. Aquel que rompe sus tardes abúlicas por migajas en plato de domingo. Reconfortar el ánimo con el amiqué del consumo, los ingredientes necesarios para una buena alfombra, grande y sonora, que no permita el bulto negro que grita y esconden. Señalan con el dedo al desagradable ejercicio de implicar. Insisten en la paradoja del vivir –ese consumo irrenunciable- donde nadie facilita nada. Saber ocupa soledad, como una vereda que llega a la metáfora. Quién vuelve entonces al ruido. El ruido nos justifica, nos seduce con su nido de escorpiones. La diferencia es otro asco, el paso previo para ser normal.