sábado, 23 de marzo de 2024

LA ARROGANCIA

Ahora dice.

Ya fui siendo.

El mar no tiene intimidad.

Qué culpa tiene mi oído.

Pasó de ser a estar.

El engranaje era el barrote.

La corrupción atenuó al fascismo.

Previsible como una ruleta.

Cada vez me odias mejor.

También la flor delata.

Perdió la urgencia durante el cansancio.

Hogar dulce psiquiátrico.

No confundan aprendizaje con pedagogía.

Quizá como único tal vez.

Algún día todo esto será antes.

Hay arrogancia en la cobardía.

viernes, 22 de marzo de 2024

EL ABOGAO

Si piensas en cómo le va a sentar eso a tu prima no lo haces o lo haces mal que viene a ser lo mismo. Si escribes El Quijote te la suda que todos los de la Mancha se piensen Almodóvar. No se puede ir por ahí con la brocha esperando a ver qué dice tu abogao. Hay que hacerle caso al que llevas colgao porque la ficción lo aguanta todo. La libertad de expresión es una chufla de diputados seriotes que además escriben mal y se insultan peor. El Derecho tiene poca curva y ninguna gracia. Hay que ponerse y hay que ponerse a escribir con la libertad del ciego. La ceguera evita verle la cara a la vergüenza, metáfora que reprime en forma de parienta, jefe o gilipollez propia, porque aparte de limitados somos contradictorios y muy difusos con lo nuestro. Por eso, quien demuestra disfrute llega mejor. Tiene la alegría psylocibe del crecimiento espontáneo. El ciegazo que descoloca porque te desnuda ante los demás y ante ti mismo y eso sí que avergüenza. En ese ridículo, en esa crátera, se renueva el gozo. Es el punto de partida que cantaba la Jurado y “la paja en la farola” de Juampa. El disfrute llega más porque tiene la pureza de lo que no puede ser de otra manera. No puede uno tirarse un pedo a medias ni cagar solo un cuarto porque me desenflaca. Hay que cagar queriendo. Cago moñadas por los karaokes del mundo. Por eso Shigeichi Negishi ha durado cien años, y además, no se ha muerto por una caída, se habrá tirado él. Se habrá querido ir por el sumidero de la concordia que inventó. Esa frescura llega más lejos porque llega mejor. Es un pimiento frito con un poco de sal, un tomate abierto y comerse la sandía a lametazos. Hay que pisar la línea, abrir el campo que decía Guardiola. Ensanchar el paisaje del alma con el microscopio del detalle. Por eso los punkys de Catalina grande piñón pequeño lo revientan. Se dieron cuenta que Javi Ferrara tenía razón cuando le cantaba a Lance Amstrong con su gracia punky a lo Def Con Dos. A veces el "Verderón" se viste de burbujitaFreixenet porque tiene los riñones de leche. Muy bien David. Parque Sur tiene más talento que toda Triana junta, menos pose y más presencia. Cuando todos los traperos presumen de paquete -ahora que la Inteligencia Artificial se ha puesto tetas-, Ferrara le dice a su parienta que saque el Satysfaier “que no voy a funcionar”. Tiene la cara del romántico escondido, del cachondo visceral y el “amigo sincero que te da su mano franca”. Tiene la vis cómica del Chanante que fuera de Albacete solo tiene Berto Romero. Es un “Puretrap” al que le mola el eMe y le hace su homenaje de genio embotellado. Cristian de Moret, otro genio, se ponen frescorro en “el romance de la cautiva”. Como buen virtuoso sabe que la técnica no tiene más mérito que la suerte y la paciencia, pero que la flauta del disfrute hay que seguirla aunque te ahogues en el río. Moret se viste de teletubbie medieval, y se rompe la camisa del cachondeo con un yelmo en la cabeza. Ahora toca mejor, claro. Y hasta Camarón le ha dicho que le mola su “leyenda del tiempo”.

lunes, 18 de marzo de 2024

EL NIÑO

Con el Canto cósmico empieza a entenderse. Francisco Contreras se pone un poco Godard. Está buscando la orilla donde sembrar el huerto. Hoy, con la Internet, el euro se cultiva en cualquier parte, por eso no se va del pueblo. Elche degeneró con el Turismo a un busto con ensaimadas. Los ilicitanos han perdido el palmeral por el picudo rojo de la espalda guiri que solo pide cerveza. Fran hace el homenaje a su disidencia con extraña heterodoxia y voz engolada de Radio3. Nos lo vende con guiños de Orihuela y C Tangana sin descuidar encuadres y etalonajes. Por el documental aparecen las puertas de Amalia Avia con rótulos a lo Celtiberia Show de Carandell. A veces le sale un costumbrismo de vanguardia a lo Siminiani y otras un coñazo poético a lo Albert Serra. “El niño de Elche” tiene la sensibilidad incómoda de las inquietudes honestas. No sabe qué hacer para que el dinero no le pudra el discurso y pasar del fanzine y el cortometraje de Ateneo. Tangana lo dice claro y Fran le tantea los márgenes al Reina Sofía con la excusa de Val del Omar y sus comuniones andaluzas. Se presta a las entrevistas de Juan March porque los ácratas hacen lo que les da la gana. Los festivales no programan a lumbreras y prefieren a Los Chichos que andan en plan despedida como si fueran los Scorpions. Contreras se cuenta, se fabrica el mito de virgen y buen chaval hasta que a los treinta se pone botellona y saca los libros del whisky para ordenarlos en la estantería de la psicodelia. Con la introspección del tripi y la lectura desmitifica su paisaje y su paisanaje, pero ya es "El Niño de Elche". Y ahora qué. La música está llena de niños que no maman y lloran todo lo que pueden. La música en un juego de niños. Es el Cantajuegos del arte con que se entretienen los que no leen a Proust porque eso no luce en el Facebook. El niño Migué, El niño Josele, el de la hipoteca y el pegamento. Aquí se le llama niño a cualquiera por un compadreo de barra. Decimos niño para omitir la letanía del padre que, por acción u omisión, se profesa. Francisco le hace el homenaje a las cortinas, al rulo y a la botella de 103. Lustra la foto de la comunión y la escopeta con bigotazo que es su padre. Se fabrica la marca desplumando perdices. Estruja lágrimas de moco en las gafas de su madre. Contreras tiene apellidos de chiste y un universo de ternura que me resulta cercano. Por ahí sale Ramón Andrés en un claustro con su presencia de cura rojo. Paco evoca a Angélica Liddell cuando gruñe los cantes y se pone quejica y algo místico. Elche tiene la pose del sin pose. Aún no sabe como parecerse a sí mismo. Aún se toma en serio y le canta improvisaciones delicadas a su mama que le llora muy bien en primer plano. La madre de Paco es la madre de barrio, ese Moranco disfrazado con brazos de Michelín y mirada de divorcio. Parece la vecina de Agnes Varda. La fotocopia lumpen de “Caras y lugares”. El careto resignado del fracaso que solivianta el hijo cuando la peluquera pregunta si ese es tu niño. Esa mujerona sensible con cara de garbanzo y olla recién fregada se pone la mejor bata para el sácamebien de la película. Paco improvisa las escenas porque está muy ensayado. Sabe que las costuras lucen como una lencería para progres. Se dibuja con pechos de señora a lo Virgina Bersabé y se magrea las gorduras porque piensa en un premio de algo que tienen en Cannes. Aquí está Elche y lo que se espera de él. A veces se pone Rulfo y saca planos de chumbera y San Pedro en escenas de arena que sufre. A veces deslustra las hortensias como pausas de vídeo VHS, como si Adán Aliaga sacase el amarillo lisérgico de "La casa de mi abuela", como si su cante saliera de paseo por Moratalaz. A veces se le nota el esfuerzo como el niño que imposta las gracietas. "El Niño de Elche" no sabe que sin fallo no se acierta. No sabe que debería llamarse "El Niño de Leche", más poético y apropiado para su cuerpo de Winnie the pooh. Al final, don Leches se pone Buñuel y saca una procesión en pelotas con una imagen tapada. Quiere darse un escarnio y se le nota. No importa. Que no deje de leer y seguirán las sutilezas que le hacen brillante. Las Voces del Extremo le procuran vientos diferentes. Winnie, el niño de Leche, tiene cara de escucha y eso le salva.

martes, 12 de marzo de 2024

LA NARANJA

El cristal tiene distancia. Con su arrogancia transparente, profesa, pero no deja pasar. A veces se instala un ánimo así. Despiertas y te sitúas en la praxis -situarse es eso-, donde la conciencia te dispone a vivir. Sin entrar en concavidades ni convexiones, el cristal aporta un engaño térmico como un polvo que brilla a través de la piel. Basta. Ahora hay que leer esto varias veces. Hay que situarse en la emoción de un mensaje sin transparencia como la sutileza que cubre la luz. No hay prisa por aquí. Debajo de la alfombra está la noche. En el abrazo absurdo, como en la vida, hay calores sin cuerpo, temperaturas de cristal anónimo que guían hacia focos sugerentes. Para otra vez lee despacio. Vuelve a tirar el cubo a tu reflejo de agua. Hay fragmentos de misterio que la lengua encuentra como ceniza humana por la boca vacía. Lo inesperado de esa luz dental despierta el asombro y piensas en el vidrio infinito. Cristales como telones, como sangre de un corte por romper. Lenguajes en espera, intuiciones de perro como micelios que se desprenden cuando acaricias a un gato. La mirada de un gato parece mirar a la frente de las neuronas que brotan en el fresno. El ojo tiene tanta literatura que nadie mira ya su escaparate. Nadie entiende que el iris no es más que media naranja cristalizada por la dificultad del amor -ahí dejo la chorrada-. Hay espejos con honestidad de policía, que disparan preguntas de reflejo opaco. Somos nuestro miedo, nuestro interrogatorio de piedra sin tirar. Nuestra huida hacia adelante con relevos de granito donde brillá un ojalá. Hay complejidad en el tiempo. La palabra aveces cambia como el mercurio y su ánimo de jabón recién pescado. La ternura escapa, atraviesa el cristal sin romperlo como sabemos los presos. Hay miradas inaccesibles, lenguajes transparentes que evitan el filo del anonimato. Anonimato suena a cadáver creativo y eso no hay quien lo regale. A veces, el más allá está en un estante como el polvo de una fotografía. Contemplar el cristal. Entrar en su intestino. Mirar por el microscopio de la conducta antes de lanzar la piedra que nos delate, para regresar al silencio con claridad (mi lengua busca tu cuello entre mis dientes y solo encuentra uñas de carmín). Desde la confusión pregunto a las lentes si son algo más que vidrio, si también hay que mirar a la mirada desde Duchamp. Magritte no era Magritte. Magritte era una pipa transparente, un bombín enamorado que besaba los pliegues porque sabía que allí vive el amor. Hay que fallar para creer en el acierto. Hay que bordear la paradoja para saborear su rotondura. Hay que quemar el verbo haber para saber que no hay más que auxilio en los pilares. Sigo a los espejos por la espalda. Continúo sus reflejos de luz con vuelos de palabra. “Más adentro había intemperie como un agujero místico que atraviesa el cristal de la metáfora. Oigo las voces que ocurren dentro. Observo el pasado cuando miro a las estrellas. Aprendo de su luz inexistente, de su presencia de cristal en continua pregunta.