viernes, 31 de julio de 2009

LA NUCA

Verde irisado y coralino. Un sol penetra en el ojo verde, removiéndolo. Le inyecta mar y entonces todo es sirena, piel y cauce. El perfume se desprende del corte inglés para ser liguero, intimidad, provocación. Las gomas de sus interioridades se ciñen con sonidos de apretada seguridad que incita al robo. El aire, el aire, el aire. Dispersa, disipa, finge. La mirada tras la nube de cadenciosas caderas fluye hacia la astenia del susurro. El misterio de la nuca habita en la almohada de pezones tersos, duros, como el gesto del odio. Y vendrás, lo sabemos, con tu indiferencia, a pasear tus tacones con su deseo de carmín.

ESTAS COSAS

La tarde apacigüa el grito. El calor latente, pesado, sudante, lleva la paciencia al abismo. No sé por qué esta tendencia hacia lo grave, este descalabro hacia la emoción. No sé por qué. No sé. Hoy, el despertador ha sonado menos, me he levantado antes, mejor, más ligero. El vecino parece más simpático, el pan más tierno, el agua más fresca. Hoy el buenos días reconforta, la rutina justifica, el sedante salario es digno y las horas cortas llenas de vida. A veces estas cosas.

martes, 28 de julio de 2009

27/07/09

Hoy que el fuego y las pavesas tiñen de eclipse el sol, la melancolía me devuelve el tono jovial que el verano pide. Soy un escéptico. Un solitario que no se atreve a tirarse desde un quinto. Por si rebota.

Cuando sabes que la vida no tiene más sentido que el que tú te inventes, el mundo se reduce a una oficina de patentes.

jueves, 23 de julio de 2009

CUADRICULA PLANA

Lo elegante es incómodo. La rectitud un esfuerzo por muy militar que hagamos al niño. La convención y la norma un aburrimiento. El bautizo, la despedida, el casamiento, la vacación, el cumpleaños, el aniversario, el día del padre, el día de la madre, el santo, la comunión, la confirmación y en este plan. Decía que es incómoda la elegancia porque el tanga tiende a trepar por el culo y hacerse visible de forma instintiva y después de darle la vuelta al probador de la tienda durante dos semanas para el tema uno se siente incómodo, que es otra forma de llamarse gilipollas. Nos cuadriculan la vida con el curre y tal, luego nos cuadriculan el ocio con la tele y la cerveza, el resultado es una cabeza cuadriculada y un encefalograma plano que, para colmo, no sabe geometría. Dentro de la cuadricula festiva de nuestro encefalograma plano está la perpetuación de la gilipollez, muy ligada a las pautas medievales que la iglesia sigue celebrando en pleno siglo XXI en sus versiones laicas, homosexuales, perrunas y nuestra más castiza boda monjil. El tema es vestir de suntuosidad y desparrame al mono de seda. El fracaso es absoluto y el puro acaba en la basura, claro, porque estas cosas son infumables. Decía que la elegancia al uso es incómoda porque las cortinas son útiles si filtran la luz de las ventanas pero llevarlas puestas sin barra que la sostenga es una verdadera crucifixión: fisica, psicológica y visual. La cogorza programada es el colmo de la intromisión del sistema en el individuo, jutificable si acaba en vomitona y ni con esas. Estás cosas son incómodas porque hay que ritualizar el tema con ceremonias hilarantes que denigrarían a un bonobo pero dan cache si pasan de los doscientos el cubierto. Lo desagradable y lascivo de un langostino se concreta en la bandeja sobrante del cordero. El patetismo roza lo esperpéntico si suena el tractor amarillo y la suegra baila con el confirmado. Este marasmo orgiástico de desenfreno y jovialidad espontánea es un placer al que no le cojo el gusto. Lo peor es no ver el tema. Asimilarlo en nuestra cuadrícula plana. Yo soy más de bacanal bucólica. Soy más de rasque testicular, de sacarme los pelos del ombligo y otras zonas. Me gusta, por ejemplo, fumarme un porro mientras canto con los duodeno.

jueves, 16 de julio de 2009

DISNEYLANDIA

La sonrisa inicia su declive a la mueca que el tiempo acaba en gesto. La palabra, entreverada en bosques que no dejan ver el árbol, el ojo ni nada. La distancia se acentúa cuando podemos tocarnos. Y no nos tocamos nunca para no saber si cuarteamos al contacto. Cada uno seguirá su calendario, su hormiga y su negrura. Nuestra coyuntural alegría proponda las poses, la foto y el facebook. Nada acontecerá para quien ha nacido nadie y no quiere nada. Una nada sosegada en píldoras detendrá el efecto invernadero de la idea. El dinero aplacará lo que quedaba de inocencia. Con todos los misterios resueltos la entrada a Disneylandia será gratuita. Nadie sabrá el porqué de las piedras, las páginas ni los abrazos. Se pierden los amigos como se pierden las cosas. Dónde nos dejamos la mirada, dónde nos dejamos los ojos, dónde perdimos la vista si nunca leíamos nada. La navidad llegará como llega un cumpleaños. Los móviles harán el resto. La distancia seguirá su curso incansable desde el abismo cínico de la mueca.

PEDRO PÁRAMO

Yo no entiendo de dónde sale gente así. Cómo se concibe una novela como ésta si es que es novela, es ensayo, es poesía, es historia o qué. Es un libro, vale, y está muy bien escrito. Excepcionalmente. Es un mal libro si te gusta leer, si te gusta escribir, si quieres vivir de la literatura, si eres librero, editor o por el estilo.

Es un mal libro porque después de leerlo las demás lecturas serán un poco chismosas, domingueras, como de sobremesa en agosto. Es un mal libro porque si te gusta escribir pensarás que por mucho que te esmeres lo tuyo es el tenis o la filatelia. Es un mal libro porque su autor apenas tiene un llano en llamas con el que hizo carrera, llegó tarde y a destiempo que es el única forma con que llegan los aguafiestas. Es un mal libro para los libreros, editores y así porque el clásico no vende y en las navidades hay que regar el escaparate. Este hombre es un indecente y su novela una catástrofe.

Pedro Páramo tiene flecos para que los críticos (que no han podido ser lectores, escritores, libreros ni editores) se ganen la vida haciendo retórica. Rulfo recoge la angustia existencial de la que hablaba Neruda recogiendo el léxico del mejicano rural de una forma suave y ahorita. Está lleno de imágenes poéticas, de modernismo futurista que es como son las metáforas clásicas. Tiene violencia a borbotones, tiene erotismo, sensualidad. Tiene poesía.

Rulfo deja un poco al aire las vergüenzas del sudaca. Borges además de ciego es cojo y algo manco a su lado. A Onetti le salva la borrachera pero todos son un poco chic y un poco revista al lado de la dentadura postiza que se descuelga de Juanito. El esceptiscismo del yo pasaba por aquí emana de la entrevista A fondo que le endilga Soler Serrano. Rulfo tiene una arcada en la mirada que no disimula porque no le importa ya nada como a sus muertos que son los vivos de su Páramo en llamas o como se diga.

Juan Rulfo es otro muerto que pena su vida en sueños como todos los calderones del mundo que despiertan antes de morir, y piden que apaguen la luz y bajen la tele. Qué manera de escribir bien y sin notarlo. Qué alegría de literatura. Qué bien y qué pena haberlo leído.

miércoles, 15 de julio de 2009

EL DEDO Y LA LLAGA

Poner el dedo en la llaga es inyectarle al silencio un grito que corta. Que el moco de la silla sea tuyo no le gusta a nadie. Lo inmediato es la violencia, el y tú puta que dicen los niños. A otros les viene la cara de tonto que es otra forma de violentarse uno. El que lo asiente todo se libera más aunque la violencia es algo que se siente más que expresarse. El violento suele ser silencioso, lo otro es ser un bullanguero, un ruidoso o un chuloverbenas. La ciudad actualizó el mito en el matón de discoteca y otros animales de gimnasio. El gimnasio mola si vas de miranda, lo que pasa es que de mirar a tocar hay un paso y acabas tirando de pesa como se tira de caña ante un barril frío y lleno. Ejercitarse en exceso reduce masa encefálica y fálica. Lo malo es que no ejercitarse no favorece el efecto inverso porque yo no sé lo que es un triceps y soy un pichín de poco montar. Así las cosas, silenciar el grito genera afonías, odios africanos, y (por conjeturas anteriores) se te pone la minga chica. Aceptemos nuestra condición de gilipollas (caray con la palabrita) aunque sólo sea por una vida sexual digna. Que, además, todo ayuda. El dedo y la llaga es otra historia más agradable y (dependiendo) igual de corta.

viernes, 10 de julio de 2009

10392

Tenemos una orgía pendiente que amilanamos con el sábado, la paja y el tuenti. Tenemos la hoguera apagada y la casa llena de trastos. La casa misma es un leño. La vida se desliza por debajo de la puerta como un tranchete gigante. Nos encierran en casa, -¡comprate una casa!, ¡ten un hijo!, ¿qué pasa con el coche?-, en la familia o en Benidorm: ¿-No has visto a tu tío?, ¿No has ido a la playa?-. Al final la osadía es un caramelo de locos. Los locos son horribles porque nos dan con la mediocridad en las narices y olemos fatal. Tengo un ansia de risa que me guillotina la claqueta del calendario toma 10.390. Tenemos tanta corrección que ya no sabemos corrernos. El sexo sólo es guarro si se hace bien. La paja, lejos de lo que piensan los casados, no es cosa de solitarios. La masturbación necesita del otro. Por acción u omisión, el onanismo requiere una fantasía ajena. Una amiga, una prima o un pato. La paja, concluyo (ay) es cosa múltiple. Por eso qué miedo éste al escote, al pelo, la tanga y esto. A qué éste puritanismo de abuela sorda, a qué estos pantalones estando tan en verano. La orgía es la materialización de la paja. El trío es una paja generosa pero luego hay que explicarle a Lourdes porqué se ha quedado sola con los niños. El salido es un loco sexual que prefiere una hostia a una paja ciega. Luego están los frikis, esa gente estrafalaria caricatura de sí mismos y de todos los demás que juegan a introducir objetos. Son los que empiezan a joder la cosa y a venderte la moto, el casco y el puerro de plástico con lubricante. Cuando el negocio aparece en el sexo lo llamamos burdel o matrimonio. Un abanico de hipocresia y frustración irresoluto. Ni siquiera apaciguable. 10391.

miércoles, 8 de julio de 2009

LUNA LLENA

El oxígeno comienza a resistirse. Los sonidos se van achicharrando. Los insectos no saben qué hacer porque las brasas caen como abismos cotidianos. Nadie parece incómodo en la tragedia. Un niño sangra sus heridas con tierra adentro, un padre se bebe acodado en el frescor artificial de la compañía. Don José mira despreciativo a su mujer, a sus suegros y culpa a su hijo tonto, que se cae a cada poco, de que su cerveza ya no suene a limpio, ni esté fresca y el beso de su mujer le incomoda como un trago caliente. Las calles son un revuelo de sombras alborotadas y solanas sin pavimento. La sombra de un niño sin sombra y sin padre que le diga que hasta las cinco no se sale porque se molesta a los vecinos, fuma a escondidas. Más calor, más humo, más julio para su vida. Al despertar de la siesta maldice el calor febril que le obliga a despertar dos veces. Ella duerme abajo, dice que ronca. El gato se espande en el recodo de la terraza recién regado, detrás de los punzantes filos del aloe. La bicicleta recién hinchada espera a que el tour acabe y la tarde se haga paseable. Un acopio de cervezas amontonadas en los rincones olvidados de los sitios se confabulan con los señores cigarrillos para asaltar las tapias de la abulia. Alguien lee un libro, alguien se masturba, alguien espera a que su vecina pase fugazmente en ropa interior (suerte será el desnudo) por la ventana de cortinas descorridas. Nadie será feliz esta tarde incómoda, febril, gastroenterítica. Alguien, me refiero a una persona, partirá hacia un movimiento, buscando la saliva del labio desconocido, la adolescencia de lo fortuito. En tardes de julio como esta sólo existen las lunas crecientes del misterio, las miserias taciturnas del desvelo, la fantasía y el ganchillo.

jueves, 2 de julio de 2009

28/06/09

Las lecturas se van sin tiempo. Nada queda, nada ocupan. Una inmensa vida se funde al suspiro de la oquedad del tiempo que se cierra. Es sabido. Bajo los párpados alguien encontró una pestaña, una mota de polvo, una lágrima todo lo más. Así las cosas, a qué viene este tropel de páginas sin tiempo que alguien escribe desde el lado anterior al universo. Se conoce que hay un agujero negro instalado en la rutina que impide cuajar la luz. Todo lo absorbe. Es un plano escondido de la memoria que ignora las calles del erotismo.

La relojería marca las pausas del conflicto. Toda la normalidad necesaria para el buen funcionamiento de la hormiga. El desierto sigue avanzando en los periódicos debido al calentamiento global de la crisis económica. Una sinestesia imtemporal y verde bemol acusa el granizo. Sigo llorando. Las estrellas son multitud. Su soledad cínica de años luz, y distancia, y conceptos enmadejados de física llegan tarde, sientan mal. Pido la compañía de mi mismo porque me odio. A qué esperar entonces. De quién.