martes, 22 de diciembre de 2020

EL PERRO

Un fémur enorme pasa por encima de mi cabeza. Callo para tomar aire. Aire con silencio, silencioso aire que calla porque el oxígeno no hace preguntas, ni espera respuestas. Las emociones se pierden en los huesos. El tuétano del ruido lo mastica un perro en la puerta de mi casa. Es el perro que orina lo evidente, aquel asco que comprendí tarde. Existe lo innombrable, la arcada que vive de larvas de inocencia. Punzo el dolor para limpiar mi silencio. Doy contorno a la risa de las muecas. Compenso el fémur que pasa como una estrella. Y la sinceridad, tranquila, como una primera persona del singular, me reconoce. Se acabó los se acabaron.

 

jueves, 17 de diciembre de 2020

EL CLAXÓN

Nadie, en Cortázar, sabía por qué K. desaparecía cuando hablaba. Le miraban desde lejos, con extrañeza. Cuando K. llegó a Cortázar le deslumbró su atardecer. Pensó que allí podría leer. Con el tiempo entendió la arrogancia cazurra, cotidiana y afable. Los primeros años de K. en aquel pueblo, siniestro como todo lo escondido, pasaron deprisa. Él asistía incrédulo al espectáculo de lo habitual. Cortázar, bajo su manto afable, era un pueblo hosco, ruidoso, violento. Por las noches, en las alcobas, los sueños estallaban las puertas como rompeolas de deseo. A la hora de comer, los cortazarinos masticaban salivas de pan tocado, maldecían a sus vecinos y escupían rencores sin memoria. Las tardes eran ruidosas. Campanas, hormigoneras y risotadas, taladraban el rumor del sol sobre las piedras. Los pueblos -pensaba K. mientras un martillo rompía su lectura- viven en reforma para que todo siga igual. Una tarde con tormenta de cemento, loca de ruido, dos cortazarinos se enfrascaron en el dilema del último claxón y desaparecieron, delante de los ojos de K.

sábado, 12 de diciembre de 2020

EL SUMIDERO

La soledad retrocede cuando crece. Es un desierto de palabras en el mostrador de una mirada. La metáfora consuela su caricia. Es una distancia que se mide en distanciamientos. El silencio es su lenguaje, el humo su residuo, la ceniza su presencia. Es abrir un libro. La soledad se forja en el ruido amable de los cuchillos. Es una piedra pequeña. Fluye como un agua inversa donde el error es su sorpresa. Es una algarada de emociones. El relente de los versos que sabemos de memoria. La soledad sueña en el insomnio. Es el salto al vacío de la memoria. Es un objeto sobre la mesa y una cama deshecha. La soledad es una casa sin cortinas. La soledad es el final de la risa. A la soledad se nace. Se llena de palabras como números de teléfono, como máculas por el suelo. Es un fregadero de estudiante. Es la tinta de los versos. Huele a coche cerrado. Es entrar y acercarse. Es volver. Es el margen de las cosas y cuando se acaba un abrazo. La soledad tiene migas de pan y la puerta rota. Es precaria como el futuro. La soledad son las personas. Es un champú vacío. Un parque en invierno. Son las macetas con ojeras. El intestino del cerebro. Donde ocurre todo. La soledad es una entrada de cine. Las manos que buscan debajo del sofá. La soledad huye hacia atrás. Son las baldosas de un cuarto de baño. Tragar otro deseo. El peine con pelos encima de la lavadora. Es cerrar un libro. Lo que ocurre debajo de las mantas. Caminar, dormir, comer. La soledad es ajena. Es el deseo de una sombra. Olvidar el dolor que te preocupa. Lanzar otra emoción al sumidero. Pisar un ojo. La soledad son las ganas de compartir. Constatar el siempre en el cansancio. Es un secreto abierto. Lo que queda de nosotros. Un mirador que atisba un espejo. Una mano sin nadie. Una casa sin niños. Beber agua. Poner de pie una foto. La soledad se escribe en soledad, como si fuera la única vida posible.

 

viernes, 11 de diciembre de 2020

LA TAPA

Consumo revolucionario.

El académico escribe en lenguaje.

De guerrillero dominical a místico social en unas oposiciones.

Palabras sin tapa.

En Triana se habla argentino.

Quería por no llorar.

El porvenir era un por ahora.

Llamaba amistad a lo complaciente.