viernes, 17 de abril de 2009

AG Y LOS 50

Ángel González es un tuberculoso que se encontró a Machado en la analítica y menudo bacile sin coz. AG, se bebía la vida para sentir mejor. Beber es eso, para otros queda el alcoholismo porque Ángel tenía vocación de borracho, decía verdades poéticas que es como son esto de las verdades.

Se sentaba en la última fila de las fotos para ver llegar la luz que se Celaya en los 50. Ángel es un buen nombre para un poeta cuando Antonio está cogido. Se pasó la vida proverbiando sus soledades y acabó, le acabaron, (le acabamos), como el último Machado muerto.

AG, fue de Barral, Bonald, Valente, Goytisolo el suicida, Biedma, Hierro y esta gente, lo que pasa es que el no era catalán, ni gaditano ni nada y su levítica nación le importaba poco. Su generación cincuentona hizo poesía, quizá la última de cierto peso. Tuvo la obra justa y el amigo preciso, y se recuerda en Blas de Otero, Hierro y Leceta.

De su panda, fue el más poeta, quizá el único. Goytisolo tiene sus palabras para Julia, como Paco Ibáñez su música para todos. Gabriel Celaya, todos sabemos que Gabriel Celaya fardaba con su versito cargado de futuro pero hoy es siempre todavía. Mucho seudónimo hay que tener para no verse las manos llenas de horror si no te llamas Blas de Otero. El paisaje se vistió de humo y lo llamaron Claudio Rodríguez.

Gloria Fuertes, Costafreda, Brines, tienen su poema, un ojalá pudiera, que les decimos muchos pero AG tenía la calma y el verso libre que es como decir la metáfora líquida y la palabra latente. En poesía, donde dos y dos siempre son gaviotas, Él, tenía un nido lleno de lana tranquila y claro, así cualquiera.

Ángel González es lo que se dice un sucedáneo. Machado le vigilaba cada verso aunque Él, fuese más de Bécquer. No le daré más vueltas al sucedáneo. El sucedáneo es sucedáneo y nada sucede si se muere porque la poesía se descargó hace tiempo y además no importa y en su epitafio pone “Nada grave”.

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