viernes, 7 de agosto de 2009

LA EBRIEDAD

En la ebriedad (y en esto el alcohol no importa) reside lo imposible. La euforia, el orgasmo y en ese plan, tienen la fuerza del instinto. Es el torrente de la convergencia por sensaciones más allá de la palabra. La ebriedad tiene algo de masa que deriva en revolución o en Puerto Urraco. Otras veces la cosa se queda en orgía o en concurso de potas. La ebriedad es el momento de jurar por tus hijos, de cortarte las venas, tirarte por el puente (sin alas ni agua) o quemar la oficina. La ebriedad es decir quédate y hasta nunca. Es jamás, siempre y sólo una vez más. La ebriedad es el anís, la marihuana y el beso en el parque. El viento, que no quiero verla, y las cinco de la tarde. La palabra bien colocada, el vino fresco, la carne tibia, el pezón duro. La ebriedad es el momento donde la vida vale vida y el tiempo no importa. La razón y la verdad se funden en el piar de un pájaro que vuela de mano en mano. La ebriedad es placer y sorpresa. Es lo único que nos queda cuando se han bebido todos los alcoholes.

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