viernes, 2 de julio de 2010

LA RODILLA

Cíclope está en ópticas Alba. Huele a sol durante la tarde hasta bien entrada la madrugada, cuando la luna íntima baja la voz para confesar su pena. Las luces ya no acumulan bichos voladores ni las calles huelen a jolgorio de niño. Y sigue siendo julio. Sigo tumbado sobre las piedras, aún calientes. Soy todo gerundio. Ya no me explico nada. Soy una pregunta en movimiento que apuntala jirones de relente con axilas, con ingles. Trato de acabar con los vértices corpóreos de la duda que gime su soledad. Una tibieza de cartílago que se retuerce como una larva. Ese soy yo, el que moldea lo rígido para convertirse en rodilla.

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