jueves, 4 de noviembre de 2010

LA PRESENCIA

Cotidiano como el agua el calendario fluye. Los rituales van a dar a la mar cuando los jardines de la mujer requieren su rosa, su boda sin banquete ni más amor que un televisor encendido y la presencia tibia del afecto. Emocionarse queda lejos en el país del hasta luego. Llorar rimmel como un semen negro, la orgía de suciedad del ojo como un entierro enmoñigado y hasta la propia sangre un compromiso. La risa un esfuerzo, el hambre un trabajo y por el estilo un hormigon rampante lleno de grava que al mirarla, salta a los ojos. El pensamiento visita los mismos lugares de temor y desidia, lo que vulgarmente se conoce por derrota. Y hasta la derrota una recompensa de la certeza, del otravez, del siempre. Lo que no está prohibido es obligatorio, claro. Y saltar hacia mañana para engañar al todavía, correr hacia ti para esquivar el nosotros. Quizá, tal vez acurrucados en la manta mirando al ojalá. Toda una burbuja enorme pendiente de la piel rampante del orgasmo. Luego, desde el filo vertical de la presencia, la confusión pondrá las cosas en su sitio y el hormigón, los ojos, el agua, la fiebre y otros demás tendrán tu tiempo oscuro de la nada. Hasta que mirar el universo y no mirar sea el reflejo mudo de la histeria.

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