viernes, 10 de diciembre de 2010

EL RIZO

Y de nuevo el rizo sobre tu piel de charco. Y en ese remanso de crepitares se erige un cuello y una enorme vagina vigilante con su ubicua piel como un oxígeno. En ese líquido pasan cosas. Los ojos nadan desnudos para que unos ojos vayan a masturbarse en otros ojos, y más ojos prosigan su orgía de carmín. Son las horas en que todo se tensa y vuelve la melancolía del futuro, la vida del fin de semana. Bajo el maquillaje se adivinan las primeras tristezas. El furor quema las berruguitas del tabaco, los pezones maduran en invierno porque supieron regarse en verano, hasta una rajita se encapricha del vientre, lamiéndolo. Entonces surge el miedo y todo vuelve a ser una verbena con su melodía de despedida y su madrugada de roces encontrados. Comienzan las promesas de paseos revolviendo manzanas con los pies, las deudas de cartas, escríbeme, llámame, cuelga tú. Y así, esperando que regrese la calma, vuelvo a tu mano, la mano, para que espante mis temores.

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