viernes, 20 de enero de 2012

LA TUBERCULOSIS

Sin tuberculosis se muere la literatura. Y llega el tumor con su metástasis de miedo a devorar los gestos, el pelo y la nostalgia. Aceleramos hipotecas pagando niños en años veinticinco. Compramos las tardes para que nos llenen la cabeza de muebles –lo más lejos de amueblar una cabeza- de ropas y otras fragancias que se llevará el domingo. Sin tuberculosis la oficina suelda la extra como un barrote. Sin tuberculosis no hay baja ni melancolía ni romanticismo en los besos. La saliva ya no sabe a muerte. De tanto esconderla, las avestruces cruzan su tiempo como patos sin cabeza. Dónde guardar las flores por las páginas del Kindle. Y la melancolía por el lodo de la nostalgia, en este tiempo sin fecha de soles oxidados, de geriátricos, de futuros en paro. Las cosas del compartir andan por los nuncas, esas trágicas cunetas del horror. Un beso funde un nieto con su abuelo, como un hilo de muerte travestido de cariño. El enfermo es un cliente con ínfulas de muerte. Por la fiebre llegará la tinta, los tactos y caligrafías de espera. Y enfermar por el aire como quien sufre en un teatro. Esputar las arterias en orgasmo de otros. Perder el apetito revolviendo la sopa. Volver sobre el amor para preguntar al mundo. Preguntarle al silencio su universo. Contemplar el mundo en un verso de silencio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ole ole ole los grasdes escritores de este puhetero pais y luego dicen que no se sabe escribir y esto que es adelante besitos