martes, 4 de septiembre de 2012

EL BUCLE

A los que siguen creyendo en la catársis de la fiesta.
A Fernando y sus granadas. 
A los Boikupas. 
A mis hermanos Abel, Saúl -que la disfruta como nadie y como siempre- y a mi hermano Pablo.

Viene después como una continuidad, como un beso que arrastramos desde la primera oscuridad. Septiembre es la pérdida porque llega lo nuevo que suele ser lo de siempre. Hay una inocencia en las tardes y un recuerdo de chaquetas. Vuelven las otras veces. Regresa el cansancio, madrugadas cogidas por el cuello, siestas sin fiebre con mantas de angustia. Agachamos la cabeza para mentirnos los relojes. Volvemos al sálvese quien pueda de los días. Alguien ha chupado el calendario y tocamos las hojas sin notar la saliva. Hay una melancolía de labios y palabras sin hacer. Septiembre es lo que nos queda de árboles. Sin embargo, el aire huele todavía. Algo sigue pasando en los minutos azules del humo, en las tragedias compartidas de la risa por la risa, en el bucle cínico de la alegría caótica. También la carcajada evoluciona para no quebrarse en muecas de polvo. La tersura –ese filo- justifica la arrogancia de las úlceras. Si duele es que cambia y septiembre nos duele como una adolescencia repetida.

1 comentario:

Isabel dijo...

Te admiro...