viernes, 22 de marzo de 2013

EL FARO

Sigo pendiente de los matices de tus ojos. Hoy brillaron más, la tarde los puso tristes, a las tres cuarenta y cinco se perdieron, se fueron un instante a deambular por las cosas de tu mente. ¿Qué piensas? y tú que nadita, así mis cosas sin sentido. Lo que tus ojos no quieren decir habla de la angustia. Luego viene el labio para hacer lo corporativo. Y mis manos ladronas te roban una caricia, y mis palabras gordas te sacan un violado te quiero. A las cuatro menos diez te fuiste, justo cuando tu cara fue la cara de siempre, la de las fotos de ocho años, de catorce, de veinticinco. Tu cara es una despedida que siempre vuelve, triste y alegre como un encuentro repetido. Luego el brillo volvió y tu cuerpo fue su apéndice, es cuando más se mueve el aire, cuando el vuelo se posa en tu cuello para calar un beso. En tu delicadeza escribirte parece obsceno, una burla manoseada por las cosas de tu contrario. La viveza de tus ojos se cierra con las caricias que reclama tu piel. A las once tejen su crisálida donde nace un enorme cuello que nos mece y sonambulamos hacia el mar.

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