viernes, 8 de noviembre de 2013

EL AGUA

Para Rosario y Antonio, 
líquidamente agradecido.

A través de la ventana contemplo un muro gris. Desde casa, no puedo alejarme para ver más allá de ese lienzo. Apenas atisbo un paisaje amarillo y ocre cebado por la niebla. Al salir, comienza el frío, un olor a leña húmeda y polvo de desván. Son las casas deshabitadas que el otoño rebela como una intimidad de sábanas que necesita airearse. Escapo al encuentro de la piel como un tallo que se estira hacia el olor. Corremos a la furtiva escalada de los muros. Llegar a la visión, disfrutar. Y con la lluvia cerrar los ojos a la intrascendencia que vendrá. Colorear lo inevitable, las plantas sobre la acera para el calado. Subir otra vez para bajar mejor con el salto al vacío de los consolados desde el podium de los que llegan tarde. El agua ha hecho crecer el muro. 

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