viernes, 14 de noviembre de 2014

EL CRISTAL

A Mónica en mis 35.

En el otoño todo envejece un poco. El ambiente decae, hay un peso. Y hasta las tardes del domingo, ahora que se acabó la prisa, parecen el lugar. Y leo, escribo, (esas manías) mientras miro el brillo de tus ojos que responden diciendo que son los focos. Y digo que será eso para no saber qué eres generosa conmigo, que me ilumina tu sonrisa ahora que nos vamos haciendo lentos y repetitivos como estas tardes de domingo. Esta tarde me ha traído otras tardes en las que tú eras yo. Y me he visto leyendo con quince años donde yo era mi padre y leía a Neruda, leía a Bécquer y así. Esta tarde te he mirado como quien vuelve. Como quien pasea los ojos por la memoria, como quien regresa a la casa del pueblo con sus ráfagas de tiempo. Hoy mi oído anda disperso por alguna cosa interna, y no te entiendo a la primera. Por eso me fijo en el brillo de tus ojos rientes. Los ojos son el primer lenguaje dicen ahora los científicos, la forma en que decíamos que el mamut andaba cerca cuando éramos monus. A mi me gusta que nos hablemos en el blanco de los ojos, córnea a córnea. Ya ves, ahora Bécquer y Neruda me parecen pasado. Tú ya sabes que me gusta más Umbral –porque es más como tú, me dices. Esta tarde he recordado las tardes en que leía a Bécquer pensando en tu pupila y llegaba con mi libro a cuestas a regalarte amor. Ahora que el tiempo nos reserva un abanico lento de idioma blanco, debo darte las gracias por haberme enseñado las cosas. Saber que hablas contigo y no me dices lo que pasa. Me gusta asimilarme asimilándote. Saborear el hueco que se abre en el tiempo. Mecer el gato del misterio y su lenguaje. Venimos del latín y vamos hacia el gato. A veces me doy miedo y otras no me conozco, pero hablar es hablar de más, y yo, hasta lo escribo.

No hay comentarios: