viernes, 17 de julio de 2015

EL MERCADONA

“Amigo que no me lee,
amigo que no es mi amigo,
porque yo no estoy en mí
mas que en aquello que escribo”.
José Bergamín.

Para Arturo,
amigo del Mercadona.

Cada domingo un poco más lunes, el sí se hace más grande y la noche más pesada como mañana por la mañana. Soy un eco que arrastra los brazos. Un grito consciente de la paz del sol. El consuelo huele a pañal, y pienso en viajar tan lejos como cueste el billete. A veces la soledad de un ojo se tropieza contigo en la magnitud del Mercadona. “Jonás, has llegado demasiado pronto”. Y lanzo sus palabras al tobogán de las citas. Y balanceo las metáforas hasta que me dicen que pare, que andan un poco mareadas. Y canto el verano, y bebo el verano (es lo que toca), y fumo la aguda marihuana. Y ya no siento ni la tristeza de los deprimidos: sé destilar el asco. Así llegará mañana por la mañana con los brazos tan largos como cuerdas de tender la ropa y ella me dice que aproveche “que ahora todo seca antes”. Entiendo. Le digo que ya, y se me agacha el sí hacia palabras que hablan del tiempo, de huecos sin réplica, hace calor, mañana será domingo. Y sientes que la soledad habla el idioma de la hormiga. Pero sabes que la hormigas caminan el  rumbo de la migaja con que pasar el invierno. Y vuelves al sí de los domingos, a las tardes donde el hastío ha forjado su maquillaje de piscina. En verano el sudor escuece y no se sabe lo que es alcohol y lo que es saliva. Y recuerdo el “demasiado pronto” pero ya es tarde. Sí. Y nadie me devuelve el ojo de la emoción, por más que acuda al Mercadona, a diario.

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