La
gotera despertó al escarabajo. Dormitaba su catarro cuando el sonido
alterno y continuo de la gota le espabiló. Cambió barreños de
sitio, compró otros más grandes, amortiguó superficies con
esponjas, rompió la tensión del agua con lavavajillas como
recomendaban en internet. Llamó a un albañil al que esperó leyendo
a Beckett. Esperó a que volviera la lluvia para certificar la
defunción del insomnio. Pero el fantasma de la gotera habitaba en la
almohada del coleóptero. Volvió el albañil a cambiar palos,
tejas y aislantes. Volvió el invierno y la gotera volvió por lo que
el escarabajo decidió cambiar de casa. Encontrar otra de mejores
materiales, más confortable y mayor tamaño. Así lo hizo y pudo dormir. Cuando despertó, era humedad.
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