sábado, 28 de septiembre de 2024

EL GOZO

La o se come a la zeta, por eso el gozo disfruta más que el placer. Parece que sale a tomarse el aperitivo del paseo, a que le dé la brisa de la mirada en la frente de los ojos. Gozar es una adolescencia sin tiempo, es descubrir los matices nuevos en la repetición de siempre para nacer a lo minucioso. Se mueve la lengua por el horario hasta que se encuentra el beso. Es la adrenalina de llegar aunque no sientas el viaje. El gozo es la cara opuesta de la tristeza con la misma latitud de moneda. Se puede gozar la tristeza -como si fuera un opiáceo- y se puede llorar el gozo como si fuera una alegría. Follar sería un ejemplo. El orgasmo tiene un chispazo de muerte. Ya sabemos que los franceses son Truffauncionarios y tienen Rohmer para Renoir y reGodard. Los gabachos son un poco Sena. Un gris tranquilo para ver sin luz y que no llueva mucho. El gozo es un sacacorchos. Un disparo de alegría como el beso de una madre. Tiene la memoria de los peces y la mirada de los burros. Vive fuera de casa mejor que en ningún sitio. Es la llama que prende los petardos, el gas de los suicidas y la intimidad de las madrugadas. El porro imita el sonido del gozo cuando la biblioteca culmina su jersey. Ya sabemos que no hay mejor semántica que la fonética, por eso hay que escuchar lo que nos dice la pavesa del canuto con su lenguaje de risa súbita. Los libros rulan la confidencia y se duermen. La música amarihuana el movimiento y endulza la boca del sonido. El instinto se revuelve dentro de las sábanas. Se aleja de la pesadilla del dinero como un pez elefante. Fulmina los relojes, quema los contratos y las vacas cagan psilocibina. Entonces el firmamento se abre como un vuelo. El gozo es ese vuelo, ese inasible que se escapa como una lágrima absurda. Llorar es una pregunta que se responde sola, un abrazo solitario, el poema de siempre. Es una patada en los huevos del masoquista y ponerse el suéter rosa del hortera. Es meter los dedos en el niño y ponerse las Katiuskas de follar. Mirar cómo se pone el sol y cómo sale la luna, porque mirar es el goce mismo como sabemos los voyeurs. Es contemplar el movimiento felino de unas caderas o ver tiritar a una flor. El gozo vive en los pezones duros y los versos frágiles. Vive en la amistad que se azora por las tardes, cuando el alcohol se pone súbito. Tiene labios furtivos y venganza. Es el timbre que corre por lo que no hicimos. El gozo es lo que nos queda del niño cuando ya no juega. Es comerse la última croqueta y cagar a tiempo. Contar bien el chiste y llegar a la nota en la Jurado. Es tumbarse en la cama del descanso, sacarse el moco encofrado y cortarse la uña que te engrima. Tirarle del moflete al niñohijo, beber a chorro y deshacerse de las cosquillas. El gozo es que se vayan los albañiles, publicar el puto libro y que alguien lo lea. Oler el sol en las sábanas limpias, oír el hielo del seagramstónica y cantar yahora en el karaoke. El gozo está en las ganas de cada piel. Se esconde como una sombra tímida, como la vergüenza masoca de los niños, como una planta que se estropea. El gozo está en cada átomo, en cada tacto. Por eso hay que espabilar el tiempo y despertar el agua. Cada segundo es una ola posible, una foto para enmarcar memoria, un tobogán inverso que extiende sus alas. El gozo tiene salud porque no tiene miedo a morir. Ignora el velcro melancólico hasta que se octubra, cae y florece de otoño. El otoño goza de color y del frío de las piedras. Es el musgo de las uñas y los cuellos oferentes. Es la tarde perdida, la vida para nada y el pedo silencioso. Es la e de la risa, la flecha de la luz y un seacabó. Es el viaje de los días, haber nacido en el norte y apagar la tele de un botonazo. Es tirarse al río, comerse la tortilla y tumbarse sobre la hierba. Es decirle «no te rías» a las cosas serias y un guantazo con la mano abierta. Es alegrarse del mal ajeno y que se muera Netanyahu. Heredar una fortuna de un pariente birmano y comer roscón el día de reyes. El gozo es llegar a otro septiembre sin más coleccionable que estas letras que me asaltan. Sentirte un poco Ulises, mejor y agradecido. Cambiar de forma como una nube y asomarte al asombro lisérgico. Es la polución nocturna que se cumple, palmearle el culo al feminismo y notar como se enciende su mosqueo. El gozo es pollónico, etcétera.

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