miércoles, 30 de octubre de 2024

LA HUMILDAD

La chorrada de ser humilde viene de la culpa de haber nacido en Villatripas de Abajo. La humildad bien entendida consiste en no ser gilipollas. Es decir, que ser humilde por ser pobre es otra chorrada porque se sigue siendo de derechas y echando horas que no te pagan. La gilipollez aglutina al humilde, al paleto y al votante de Vox, que además de ser del Atleti suele ser el mismo hombre en busca de pesebre, que diría Viktor Frankl. Quiero decir, que más que ser humilde, lo que no hay que ser es gilipollas, porque el gilipollas suele ser soberbio como primera acepción, pero también dócil y apocado como segunda. Ya sabemos que en misa se llama bueno al que abre la boca y cierra los ojos para recibir la hostia que no por bendita es menos hostia. Y además pone la otra mejilla (cosas del cristianismo). Humilde se es sin querer y viene tatuado en la nómina del paro y la infravivienda. La humildad como concepto es una chorrada porque lo asimilamos a la modestia y toda modestia es falsa y no hay peor soberbia. La humildad bien entendida viene por negar la gilipollez. La gilipollez de ser humilde lo primero, y luego las demás. Como hacer pilates, el pagafantismo o comer con la familia los domingos. La humildad -la palabra lo dice- es la edad del humo, el pufo que nos cuela el lenguaje por el rondón de la frase hecha, que es la forma de no revisarle las faltas de ortografía al pensamiento. Aquí de lo que se trata es de no ser gilipollas. En exceso, se entiende. Gilipollas somos todas por el hecho de haber nacido, que diría Ciorán. Luego ya cada uno se pone el lazo, se maquilla el bigote, se apaña. Se busca el enchufe para venderse la moto del funcionariato, la subvención de empresa ruinosa o el contrato basura de alta flexible y bajas a medio morir como quiere la Ministra. La palabra lo aguanta todo, por eso hay que ser gilipollas y humilde para ser tonto de remate. Mentiras para una vida, sería un buen título para que Netflix enganchara a los humildes gilipollas con un rosario de negocios en abanico, como si fueran cromos repetidos en el sile/nole del menú del propio Netflix. Si usted dice eso de hayqueserhumilde tiene números de ser gilipollas. Hágaselo mirar porque es la tapa del pensamiento troquelado por la gilipollez ambiente, como si fuera un smog urbano que alguien ha subido a la nube del Instagram. Mire si dice postureo, tardeo, o si tiene mascota, complementos inequívocos del gilipollas humilde. Decía, que con no ser muy gilipollas, vale. Procúrese un poco de aburrimiento decente. Váyase a un parque a ver cómo lloran los niños porque sí. Sin mayor razonamiento. Ha de saber que los críos ya no se desollan las rodillas porque no hay arena. Ahora los columpios están acolchados con tartán y los castillos se hacen en el aire del mimo. Hay -según cifras oficiales- más perros que niños en las grandes ciudades. Quienes sufrimos las meadas y ladridos intangibles de las mascotas ajenas, sabemos que el perro es el mejor amigo de la molestia. Lo digo desde la humildad porque otra gilipollez de la palabra humildad es la sinonimia con respeto, cuando el respeto y la humildad no son palabras ni conceptos sobre el papel (humildemente lo digo), sino actos en la calle de Celaya. Uno está podrido de ver humildes y respetuosos pisotearse la poca decencia que les quedaba con el primer miedo que se encuentran por el Telediario. Lo mismo da una vacuna que un mena. Lo mismo el escarabajo albino de Nebraska que el jabalí salvaje de Entrevías. Hay que temer hasta del hijo adolescente que, para colmo, ve porno. Está claro, solo vemos la paja ajena. Y es que el acojone viene de serie con el gilipollas. Es por esto que tampoco tienen culpa, pero tampoco el candor de llorar por las esquinas del verso. Hoy la inocencia se antoja una obscenidad, verdadera pornografía y no la que ve su hijo, señora. Al final cada uno hace lo que puede y purga su gilipollez como le dejan sus atrofiadas entendederas de Homo Siemens. No seamos gilipollas. Lo digo con humildad.

No hay comentarios: