sábado, 7 de junio de 2025

LA NICOTINA

Si consigues olvidar -olvidar lo humano-, si consigues entrar en la voluta del humo, en la nube que se dispersa, si consigues fundirte en el vuelo de lo volátil, se puede navegar el vértigo. Hay alcoholes que lloran solos sin que rompas con lágrimas su belleza. Hay piares de fondo, brisas que te traspasan y caricias que se funden. Si consigues olvidar lo humano puedes escuchar la sangre y la sinceridad del ocaso. Encuentras el tacto de la poética, de la melodía que se oculta en lo detenido. Detrás -siempre hay un detrás-, el detrás sin sombra del movimiento, en la serenidad sin sombra de un árbol que bulle. Si rompes los sentidos con la aguja de la emoción, estalla la belleza. Estalla el fluido sutil con su aroma de objeto. Disfrutas. Vivir es amar y olvidar mucho. Cantas el agudo del cariño con las campanillas púrpuras del paseo de su mano. Las horas se vuelven de barro como el agua que mece las cerámicas. Si consigues olvidar, se puede escribir en el aire, sentirse padre del granito y arropar el paso de una hormiga. Se llama al amigo para volver al tiempo, al vuelo de las mariquitas que se posaban en tu pulgar. Cuando la química se equilibra y consigues olvidar, entiendes que el mar no necesita ayuda. La noche traerá su filtro de blancos sumideros. Chorros turquesas pueden volverse de algodón y ser reales. Lo posible necesita olvido y marihuanar el quiste del rencor. Se puede entrar en el sonido del violín para limpiarle los ojos. Besar el rimmel de la noche mientras chupas su emoción y se enciende el labio que deseas. Esas cosas. Se erecta el perfume cuando lo prende la nicotina. Se escota la vida y se persigue la blancura de la terneza. El corazón late como un gorrión sin pico, como el roneo tenso de Lia Kali. Si consigues bailar con los gestos del silencio... Sí. Espera. Aguarda. Entiende la velleza. Su niebla tranquila de vapor adolescente, de foco de aire nemoroso. Si la lupa del dolor se rompe, entonces la lengua más roja lamerá tu oído. Cierra los ojos y mira la claridad del negro que te habita. Vuelve a ver con el ojo de la oreja, con la saliva del orgasmo, como un time lapse de un sueño sin reposo, como si Jaimie XX te hiciera una tortilla. La pareidolia del tacto pudiera ser entonces. Sí, el quizá -entonces-, pudiera ser. La velocidad estalla como una bengala que disfruta de su luz. Si consigues que su pelo no duerma, si consigues encender la brisa al cerrar los ojos, entonces... Es entonces.

No hay comentarios: