jueves, 2 de julio de 2009

28/06/09

Las lecturas se van sin tiempo. Nada queda, nada ocupan. Una inmensa vida se funde al suspiro de la oquedad del tiempo que se cierra. Es sabido. Bajo los párpados alguien encontró una pestaña, una mota de polvo, una lágrima todo lo más. Así las cosas, a qué viene este tropel de páginas sin tiempo que alguien escribe desde el lado anterior al universo. Se conoce que hay un agujero negro instalado en la rutina que impide cuajar la luz. Todo lo absorbe. Es un plano escondido de la memoria que ignora las calles del erotismo.

La relojería marca las pausas del conflicto. Toda la normalidad necesaria para el buen funcionamiento de la hormiga. El desierto sigue avanzando en los periódicos debido al calentamiento global de la crisis económica. Una sinestesia imtemporal y verde bemol acusa el granizo. Sigo llorando. Las estrellas son multitud. Su soledad cínica de años luz, y distancia, y conceptos enmadejados de física llegan tarde, sientan mal. Pido la compañía de mi mismo porque me odio. A qué esperar entonces. De quién.

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