viernes, 31 de julio de 2009

LA NUCA

Verde irisado y coralino. Un sol penetra en el ojo verde, removiéndolo. Le inyecta mar y entonces todo es sirena, piel y cauce. El perfume se desprende del corte inglés para ser liguero, intimidad, provocación. Las gomas de sus interioridades se ciñen con sonidos de apretada seguridad que incita al robo. El aire, el aire, el aire. Dispersa, disipa, finge. La mirada tras la nube de cadenciosas caderas fluye hacia la astenia del susurro. El misterio de la nuca habita en la almohada de pezones tersos, duros, como el gesto del odio. Y vendrás, lo sabemos, con tu indiferencia, a pasear tus tacones con su deseo de carmín.

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