jueves, 10 de septiembre de 2009

REUMATISMO

Cuando el calor te hace sudar se convierte en febril. Este calor agobiante como un castigo es una negación continuada. No, no, agua y frío. Es un ahogamiento por exceso. La ducha es un atajo hacia el sofa y la cama una incubadora. La quietud, la calma, más madera. El reloj anida una muñecas de trapo: el jersey de lana de las horas. El folio se pega al codo, la tinta a los dedos y mi escritorio es una guarrería febril de letras sudorosas. Ahora más que un litro de agua, sueño con un pezón erecto y lo que eso supondría. Sueño con las patas del brasero que me destrozará las rodillas porque ya estoy harto de este dolor de ojos. Me encuentro bien con los viejos porque comparto sus dolores aunque nuestros reumas sean diferentes. Qué le voy a hacer si yo nací en el mediterráneo. Tengo un abrazo renovado. Un corazón con piel de serpiente. Tengo lentillas de colores y un tanga rojo. He tuneado el coche y voy al cine con frecuencia. No estoy dispuesto a que me cuenten más mentiras. Otro escalofrío (¡es caliente!) me sacude la frente con sus sudores. He visto un cuadro de Miró. En los ojos cerrados no entran moscas. Mamá quiero ser artista. Releo a Bergamín: Se puede decir lo contrario de lo que se ha dicho pero no se puede hacer lo contrario de lo que se ha hecho. Tiemblo. Templo al templo. Vuelvo a repetirme. Nací en el mediterráneo.

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