miércoles, 7 de octubre de 2009

30 CÉNTIMOS

Pasar la yema de los dedos sobre el papel, olerlo, comprobar la ductilidad, su encuadernación, tipografía, traductor, maquetación, portada... caes en la farsa del continente. El contenido va sobrando y acaba predominando el consumo. Lo malo es que me pasa también cuandro escribo. Me recreo en el fluir de la tinta, lo liviano del trazo, el color azul vivo, mate o apagado del cartucho. Las sutiles diferencias entre marcas. Claudicar es tirarse de lleno a la piscina de la hipoteca. El consumo tiene oferta para todos por mucho que me odie por hablar de mis manías. A quién le importa una letra doliente cuando una enorme boca muerde los gritos que viven en el aire. Luego que si el e-book o el papel mientras un billete enrollado se muere de risa por los cuartos de baños. Darse asco no libera de culpa sólo calma la arcada particular en favor de la general. Vicios de burgués, pasatiempos de burgués y profesión de burgués siendo clase obrera: es lo peor. Sigues sin un duro, puteado y no te pasas ni una. Es lo que se dice el colmo del gilipollas. Esto me pasa cuando me sorprendo en casa leyendo, atusando las páginas de un libro y escribiendo a pluma sobre cuadernos caros de dos euros. En ocasiones compro el periódico. Ahora dan a Montalbán a treinta céntimos.

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