martes, 27 de abril de 2010

LA SALIVA

Prolongamos los sueños hasta convertirlos en caricias. La fiebre no fue más que una manta que recogiste en mis riñones cuando pedía agua. De pronto tuve una hija para siempre, y siempre saco dos cucharas cuando me sirvo el café. Como un lado paralelo saliente de los ojos de los sugus agitas el ruido hasta convertirlo en niebla. Se acabaron los puzzles en las tiendas de relojes. Todo se acabó para siempre en este comienzo infinitamente acabado. A veces vienen tus dedos como una mano relampagueante a caballo de la carne. Y un rayo descarga lo imprevisto a través de la saliva. Ahondando en la suerte que no es suerte. Jugando en la costumbre que es de viento. Reescribiendo las normas de los juegos, diariamente. Como siempre.

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