viernes, 4 de marzo de 2011

EL ANIVERSARIO

Alguien por las noches me habla con sonidos de cerraduras. Me va contando los lunares del genoma, compone ruidos de herrumbre, saciando la sed del cemento. El sueño cuaja -hoy que tan feliz está nevando- en el estallido craneal de las caídas. Bérgamo es una buena ciudad para suicidarse. Tiene la vitalidad necesaria del contraste, las vistas y la más importante de las caídas. En Bérgamo comía pizzas marzzianas a cinco euros con refresco. Hablaba en castellano con turcos de origen indhú que habían pasado por Vallecas. Para estallarse la cabeza contra el suelo sólo hace falta tener cabeza y tener suelo. Los suicidas suelen perder la cabeza mucho antes de empezar a tener los pies en el suelo y van navegando por el océano de la esterilidad hasta que la muerte les asesina. Los pasos pequeños e inseguros, el naufragio es un camino decrépito por el que transitan los perdidos. La nieve es un invento, el sol una máscara. Sólo en la oscuridad se ve claro. Donde las emociones tienen su terrosidad, su hastío. Es asequible como las cosas de segunda mano. Allí, en la intimidad de lo transitado, cuando los ruidos son ciegos, la mentira muta en lo único. Eso es, aquí está.

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