jueves, 24 de mayo de 2012

LA VERDUMBRE


Qué desagradable resulta caerle bien a la gente que te cae mal.
El Perich.


Unidos por el olor de una célula como quien entra en otra casa. Nos sabemos diferentes sin remedio y no queremos. Por allí las tardes alegres, aquí el ahogo siquiera con refranes. Y las prolongaciones del tiempo retenido en constantes mansedumbres. Asumida la diferencia asesinamos los cambios. Y juguetear por los escondites de la noche a pisar otros corazones, a palpar el miedo y replegarse al que dirán de su conciencia. Semblanzas lacradas por las mañanas –ese silencio- donde nadie recuerda porque olvidan de los sueños que nacieron. Los árboles en su verdumbre exhalan orines de clorofila para que los hombres odien a los mosquitos. Hay que encumbrarse a la roca madrugante de lo íntimo para desafiar al horizonte. Las mujeres callan con la dureza de las puertas, reducidas como pequeñas charlas. En verano, cuando la sed, ráfagas de sol en los amigos grandes, en las melodías de los ojos inabarcantes. Porque nadie aguanta el paraíso.

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