viernes, 6 de septiembre de 2013

LA VENTANA

“Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano”.
Miguel Hernández

Lo del cinismo es una obviedad. La pose de las fotografías como ríos de twitter que van a dar a la mar que es la actualización del estado. No se trata de ser un pelma, no se trata de leer bajo los almendros en flor de los pezones. No hay que recitar a Ciorán a ciertas horas (te miran con asesinato). Se trata de saber cómo va la depresión de ese amigo con el que tienes más de trescientas fotos, dos mil horas de prácticas y treinta veranos. Disimular el desconocimiento, tratar de aportar algo que no sea cubalibre. Ya me ha vuelto a salir el cura. Cuando se esconde el policía nos sale el seminario, acabamos en la celda sin remedio. Pero hay otra cárcel invisible donde la luz nos da de frente y nos ciega y nos hace fluorescentes. Es el flash de la foto, la luz del móvil, la playa de Conil. Es la película porno donde el semen oculta las desgracias del pelo y la almorrana, donde el cachete esconde orgasmos de billetes negros y mañanas con niños preguntando. No hay un labio para nadie, ni una palabra todos, ni un poquito de cojones. Al final lo único que nos queda es huir a Tailandia para darnos cuenta que como fuera de casa en ningún sitio. Pero la pena te alcanza allí donde estés y ya sólo consuela saber que no eres el único que necesita suicidarse.

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