Se escribe cuando la punzada
de la emoción rompe el huevo de la imagen. Cuando la escena asoma la cabeza,
solo hay que adjudicar las palabras para ir trasmitiendo. De lo contrario se
divaga, se escribe a tientas hasta que tocamos la burbuja de la suerte y ponemos
las manos para que caiga el premio. A veces lo divagante se reviste de bacterias
y le da al texto un olor a vida, a podredumbre de alegría, llegando a coger
gusto a la lluvia sentado en casa. Lo malo es cuando el huevo se
acaba, se va o no existe y no hay quien te venda una docena. Y no se sabe qué
escribir, hay quien le llama "oficio" a vender una vespa, yo le llamo
estafa. Aquí dejo el huevo.
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