viernes, 23 de diciembre de 2016

EL POETA

A Lydia y a Saúl.

La página no hace el libro, la hoja no hace el árbol y así paradójicamente. Lo mismo da la pipa de Magrite que el urinario de Duschamps, porque el ojo no es ojo porque tu lo veas, es ojo porque te ve. Y la provincia es tedio y plateresco si has leído a Umbral o sólo plateresco si vas con mi padre. El caso es que no sabemos nada, que el lenguaje explica y la emoción convence pero sin explicarnos qué lenguaje es el que emociona ni por qué nos convence. Y cuando meamos en el wáter no sabemos si estamos fumando en pipa o leyendo un libro, o si confundimos a la mujer con un sombrero, estilo Oliver Sacks. Y nos vamos dando cuenta que no sabemos nada, que somos la consecuencia de un posesivo que camuflamos con el eufemismo del pronombre  yo. Pero los que han leído a Chomsky sabemos que “yo” quiere decir “mi” y que “nosotros” es un excedente burgués. Y por la trituradora del ombligo pasamos cualquier receta que siempre sabe a lo mismo. Por eso una nota simple, que al registrador de la propiedad le parece una chorrada de 10 euros, a mi, con toda mi parafernalia de bibliotecas me deviene en llanto si la escribe tu hermano desde las Mauricio. Jode que nos estiren el depende del conocimiento porque nos habíamos quedado en el culo al aire del para qué. Gracias, Saúl, por hacerme más paleto.

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