Si te dan papel pautado,
escribid por el otro lado
Juan Ramón Jiménez
Las sílabas tienen volumen, están vivas
y si las racimas en palabras, si entran en la rave de la metáfora,
cobran vida y se revuelven para no ser página. Están allí, pero si
espulgas sus letras como si fuera un césped lírico te darás cuenta
que la liendre ha desaparecido o se ha movido, o vete tu a saber qué
greguería. Así sí. Así el lector acude al misterio, viste el
brasero de domingo y odia los timbres. Se te va el autobús, te bajas
en Atocha o le dices que tienes que hacer recaos a cualquier caña.
Cuando la página está viva se para el tiempo. Levantas la mirada y
no ves nada, como si condujeras el coche un día de lluvia. Vuelves al texto con el sonido en los ojos, y te violentas porque estaba
ahí sin que lo vieras. Es el coraje inverso a lo Valverde, a la
simpleza revestida de papada, al faldón de la faja de una prosa
parvularia, que ojalá porque el pipiolo tiene ternura, mocos y una
vida por delante. Cuando la literatura se agita, cuando ya no sabes donde andas, se remueve uno dentro de la camisa y ya te da
igual de quien es el gapo. Ocurren cosas, el bicho se mueve, y sólo
esperas que a la página siguiente le siga más gasolina. A veces la
llama viene de un moco, otras de un ala de humo, y así.
2 comentarios:
Incluso a mi pesar (lo digo por lo del gapo), tu texto tiene magia de la buena. Como Cagliostro que fue capaz de abandonar una noche Basilea en un carruaje tirado por cuatro caballos blancos al mismísimo tiempo por todas sus puertas.
Gracias por tu comentario Chiloé. Un abrazo.
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